jueves, 29 de marzo de 2012

Suerte vuelve II...(8)

La convocatoria para la fiesta fue todo un éxito. Todo el mundo se apuntó y Alex estaba loco de contento. Los 100 "mejores amigos" que tenía en la ciudad vendrían a su fiesta. Así podrían ver el cambio de Ana. Nadie podía creerse que sonriera.

Por supuesto las primeras en llegar fueron las arpías: Amanda, Cayetana y Fabiola.
Las tres fueron compañeras de colegio de Ana. Siempre estaban juntas, pues sus madres eran grandes amigas. Aunque Ana les puso el mote de arpías, en cuanto las conoció a los 4 años. 

Amanda era una mujer rubia, alta, de tez angelical y ojos azules. Pero en realidad, las que la conocían sabían que era una mujer fría, calculadora y el cerebro de las arpías. Estaba casada y tenía tres hijos.
Cayetana era todo lo contrario. Morena, con cuerpo de guitarra española. Seguramente la más superficial de las tres, pero con un buen corazón. Estaba casada, como su amiga, y también tenía tres hijos. Todo lo que hacía Amanda, Cayetana también lo hacía.
Por último estaba Fabiola. Tenía el pelo rubio y corto. Le encantaba hacer deporte y estar a la última en tendencias. Su vida era la ropa y el diseño. Por lo demás se dejaba llevar por la situación en la que estaba. Así que era la perfecta aliada de Amanda. Estaba casada, por segunda vez. De su primer matrimonio tuvo dos hijos. De este segundo, todavía ninguno.


- ¡Por fin te vemos! - grita Amanda al ver a Ana. - Menos mal que ya has vuelto de las vacaciones. Tenemos ganas de saberlo todo. 

Rápidamente, las tres se posicionaron alrededor de Ana para que poder ver bien el pedrusco que Alberto le había regalado. Por supuesto, ellas lo sabían. La madre de Ana se había encargado de contárselo a todas sus amigas. 

- Ani, te hemos echado de menos.- dijo Cayetana mientras la abrazaba.
- No lo creo. - Respondió ella. . Tenéis unas vidas demasiado ajetreadas.
- La verdad es que tienes razón - contestó Amanda. - Ya sabes que los niños te dan muchos quebraderos de cabeza. Sobre todo cuando son pequeños.
- Pues no lo sé. Pero me lo imagino.



Pronto llegaron algunos invitados. Ana intentaba estar  con Alex para recibirlos. Pero cuando Alberto llegó de trabajar la pareja desapareció momentáneamente. Ana acompañó a su chico a la habitación, para que se cambiara y hablar de lo que tenía que hacer aquella noche.
Por supuesto, ella le habló de las arpías y de por que tenían ese mote. 

- Por favor, no estés mucho rato con ellas. 
- Si no las soportas, ¿por qué están aquí?
- Desgraciadamente, por aparentar. Mi madre y sus madres son amigas desde siempre. Cuando nos tuvieron a nosotras y vieron que éramos niñas, pensaron que seríamos iguales y haríamos lo mismo que ellas. Por supuesto, Amanda, Cayetana y Fabiola son mujeres sin aspiraciones en la vida. Solo estar monas y poco más. No soporto como se meten con la gente, como se comportan, de manera despreciable, por detrás, mientras que por delante de la persona son angelitos. Son falsas, como la silicona de su cara y culo.
- Vaya piezas.
- Sí. Lo son. Así que cuidado con ellas.
- No te preocupes. Las sabré frenar.
- Eso espero -dijo Ana mientras salía de la habitación con su chico. 

Cuando llegaron al jardín, todos los invitados gritaron al unísono: FELICIDADES!! 
Ana y Alberto no se lo esperaban. Pero aquello parecía más una fiesta de compromiso que una fiesta entre amigos. 

- Lo siento chicos. - dijo Alex - pero quería que fuese una sorpresa.
- Pues lo ha sido - dijo Alberto sin mucho entusiasmo al ver como abrazaba a Ana.
- Gracias Alex - sonrió Ana - no me lo esperaba.
- He pensado que nos lo pasaríamos mejor estando solo los jóvenes y que los mayores no vinieran. Así nos desmelenamos. - Alex miró a Alberto y le dijo - si quieres te presento a algunos de mis amigos. Son hijos con padres influyentes en nuestros negocios. Es mejor que los conozcas.
- Me gustaría que esta noche no tuviese que trabajar - dice Ana apesadumbrada.
- Lo siento. Pero tu padre me ha dicho que lo haga. Alberto es el nuevo abogado, tiene que saberlo todo. Además, así limamos asperezas para que cuando vaya a la empresa nos llevemos mejor.
- ¿Vas a venir pronto? - preguntó Alberto.
- Sí. Si puedo, el lunes iré con vosotros.-dijo Alex para sorpresa de Alberto -. Juan dice que es hora de que empiece y mejor ahora, que también estás tú. 
- Bueno, pues será mejor que acatemos las ordenes del jefe. - dijo Alberto con una falsa sonrisa.
- Vale. - Ana los miró a los dos y dijo...- pero antes quiero que conozcas quienes son las arpías. Así terminamos pronto y nos ponemos con el resto.
- De acuerdo. Preséntamelas.

Ana y Alberto se acercaron a aquellas mujeres, que estaban espectantes con el nuevo hombre de Ana.

- La verdad - dijo Amanda. - Has ganado con el cambio, por que tu ex era un poco pánfilo.
- No lo era. Simplemente no le gustaban estos eventos.
- Esperamos que a ti, sí te gusten estas fiestas - dijo Fabiola, cogiendo del brazo a Alberto. 
- Sí. Sí me gustan. Es una manera amena de pasar la noche. Aunque prefiero las noches con Ana, -dijo mientras se apartaba de Fabiola y cogía de la mano a su prometida - los dos solos y una botella de vino.

Las tres mujeres se miraron y sonrieron. Alberto les había dado donde más dolía. Él las había calado solo verlas. Las tres eran mujeres casadas, con hombres de negocios. Sin carrera, con hijos,... Eran las perfectas "mujeres desesperadas". Sabía que hacía tiempo que no tenían intimidad con sus hombres. Seguramente meses, y lo suplían de esta manera, comprando cosas carísimas, poniendo verde a todo el mundo y seguro que alguna, si no todas, poniéndoles los cuernos a sus maridos con el jardinero o el profesor de pilates.  Típico en este tipo de gente, pensó.

- Ahora si nos disculpáis - dijo Alberto - tenemos que atender a los demás invitados. 

Por supuesto las tres mujeres se quedaron hablando entre ellas. Tanto Alberto como Ana sabían que ahora ellos serían los agraciados en sus malévolos comentarios. 

- Vaya chicas... - dijo Amanda - veo que Ana ha pillado un buen bacalao.
- Sí. La verdad es que no se puede quejar. 
- Además es muy atento, con eso que dice que mejor ellos solos... - Cayetana fue interrumpida súbitamente.
- ¡Pues claro que lo dice! Ahora son ellos dos solos. Están empezando, pero cuando tengan familia, otro gallo cantará y Ana se volverá como nosotras.
- ¿Amargada? - dijo Cayetana.
- ¡No! - Amanda estaba a punto de perder los papeles. - Una señora de su casa.  A ver si dejas de beber vino que dices tonterías. Fabiola, ¿te has dado cuenta cómo se le escapaban los ojos?
- Sí. No creo que sean la pareja que aparentan. Estaba mirando a la rubia siliconada que va con Fran. Parece una conejita playboy .

Durante la fiesta Alberto conoció a todos los amigos influyentes que Alex le presentó. Repartió un sin fin de tarjetas a los hombres de negocios y grandes sonrisas cautivadoras a las chicas. 

Cuando por fin acabó, Ana y Alex se dedicaron a despedirse de sus invitados en la puerta. Aunque Ana quería que Alberto la acompañara, para despedirse, no lo encontró por ningún lado.

- Supongo que habrá subido a la habitación. Lleva todo el día trabajando y estará cansado. - le susurró a Alex al oído
- Seguro que sí. - dijo Alex -. Si quieres sube, yo me despediré por ti al resto de los invitados, solo quedan un par o tres de parejas. 
- ¿No te importa? - preguntó Ana.
- No. En serio. Vete arriba.
- Gracias. Buenas noches - se despidió de él con un beso en la mejilla.

Justamente en el momento en que Ana iba a subir las escaleras se encontró con Fran, el cual buscaba a su nueva novia.

- Hola Ana.
- Hola - dijo Ana sin entusiasmo -. Me voy arriba. Estoy cansadísima.- Fran era un hombre atento y simpático, pero a Ana le parecía un poco pesado. Seguramente por que antes de que se casara siempre le tiraba los tejos.
- Sí. Otro día hablamos. A ver si encuentro a Jenifer. No sé donde se ha metido.  - dijo con media sonrisa -. Así nos iremos y os dejaremos descansar.
- ¿Has mirado en el baño? - preguntó Ana.
- Sí. Pero no hay nadie. No sé. Iré otra vez al jardín.
- De acuerdo. - Justamente Ana se giró para enfilar las escaleras vio algo que no le gustó -. Alberto, no hace falta que busques más. Está aquí.

Alberto y Jenifer bajaban juntos las escaleras, riéndose. 

- Perdona caaari - dijo Jenifer, mientras saltaba a los brazos de Fran. - Es que el baño estaba ocupado y no podía aguantarme más. Alberto ha sido muy amable y me ha dejado subir a los de arriba. Espero que no te importe - dijo mientras miraba a Ana.
- No, claro. Mi chico es todo un caballero - Ana echaba humo por las orejas de la rabia que estaba intentando contener. 
- Bueno, ahora que ya la he encontrado, nos vamos. - respondió rápidamente Fran al ver la cara asesina de Ana. 
- Sí. Será lo mejor. Buenas noches - sentenció la anfitriona, mientras cogía del brazo a su prometido.

Al llegar a la habitación Ana estaba histérica. Pero Alberto, sabiendo lo que podía pasar se adelantó a ella. 
- No sé que crees qué ha pasado. Pero solo la he acompañado a nuestro baño. La pobre no aguantaba más y una de tus arpías estaba ahí metida con un hombre. Pensé que sus maridos no habían venido.
- Así es. - dijo Ana, siguiéndole el rollo a Alberto que creía haberla engañado. - Me imaginaba que algo así podría ocurrir. Seguramente son un poco infelices.
- ¿Un poco? - dijo Alberto entre risas - Venga ya... No tienen nada mejor que hacer. Seguro que una de ellas es una mujer que desayuna con vino, para paliar lo que necesita.
- Eso es cruel.
- Es la verdad - dijo mientras se quitaba los mocasines. - Además se merecen que la gente hable así de ellas. Ellas no tienen compasión por nadie. 
- Lo sé, pero no tengo por que ponerme a su altura.
- Bueno - dijo Alberto metiéndose en el baño - será mejor que nos vayamos a dormir. Mañana tenemos que madrugar, para la que nos espera.
- Es verdad. Por fin conoceré a mis suegros - dijo Ana sonriendo, mientras se metía en la cama. - ¡Ah! y no se me ha olvidado lo que ha pasado con la mujer de las tetas de silicona. Te he dejado en tu mesita de noche unos papeles. Ahora me voy a dormir, y mañana hablamos sobre ellos.

Alberto se acercó a la mesita. No sabía qué podría dejarle allí. Aunque se enfureció al comprobar que Ana y su familia no eran tontos. Se encontró con el contrato prematrimonial con una nota de ella:
No te lo tomes a mal. Es lo habitual en la familia. Es el contrato estándar. Espero que tengas una buena lectura. Hasta mañana caaaaaari

1 comentario:

  1. Bueno, bueno, bueno Caaaaaaaaaaaaari

    Jaajjajajajajaja. Perdón, ahora me pondré seria. Ya decía o que iba a venir algo importante. Ana empieza a ver la luz aunque solo sea una pequeña grieta.

    Me da la sensación que se puede calar a las arpías enseguida. Como si las conociéramos de toda la vida. Me ha gustado mucho cuando Ana dice que no se va a poner a la misma altura que las arpías. Se puede ser arpía pero con nivel ;-)

    Felicitarte una vez más por la historia y saber mantenernos enganchados pidiendo más. A seguir así guapa.

    Muuuuaaaaa

    P.D.: Lo de caaaaaaaaaaaari tiene potencial ;-P

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