- Mamá, papá. Me voy unos días a la casa de la montaña. Necesito descansar, despejarme y aclarar las ideas. Debo mirar qué hacer a partir de ahora.
- ¿No puedes volver a tu antiguo trabajo en el bufete?
- No - Alberto se había comportado fatal y lo sabía. - Además, está Jordi y no quiero verle la cara.
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Habían pasado unos días desde el fatídico día. Alberto había intentado ver a Ana, hablar con ella, llamarla, enviarle flores, bombones, ... Pero nada daba resultado. En cuanto decía su nombre, le colgaban el teléfono, tenía vetada la entrada en la casa. Todos los paquetes que enviaban, le eran devueltos de forma inmediata.
Después del último rechazo, su padre habló con él.
- Hijo. Le hiciste daño. Sabiendo lo que ella era para ti. Te dio igual. Ahora debes pagar las consecuencias.
- ¿Qué te crees? - Alberto estaba enfadado consigo mismo por haber estropeado todo aquello. - Cada noche lo pienso y me tiro de los pelos. Hubiese sido feliz con Ana.
- ¿Estas seguro? - su padre sabía qué preguntar - ¿Con ella, o con su dinero?
- ¿Perdona? ¡Yo quiero a Ana! - dijo indignado.
- Ya... Sin embargo la engañas con otra chica más joven, también con pareja. Y encima la noche antes de aquella preciosa ceremonia, la que realmente era importante para ella. Creo que quisiste enamorarte de ella, por que es una excelente persona, pero hijo... te pueden las faldas. Aunque quisiste enmendarte no has podido y tu plan, tu verdadero plan, y no me engañes, era estar casado con ella y despilfarrar más y más.
- Bueno... Eso en realidad... Es que... - balbuceaba cosas sin sentido, pues su padre había dado en el clavo y a él no podía mentirle.
- ¿Le hubieras pedido matrimonio si su familia fuera humilde como la tuya? - la gran pregunta apareció. Y Alberto supo, en ese momento, que no se enamoró de Ana, simplemente tuvo remordimientos al verla frágil, buena y sincera.
- Tienes razón. Lo sé. Pero estaba tan cerca...
- Si se hubiesen enterado, hubieses tenido un divorcio express y ya estarías divorciado. Además, no te hubieras llevado nada. Me dijiste que firmaste un acuerdo prematrimonial antes del viaje.
- Si, pero firmé después de hablar con su padre. Él añadió una clausula, y si hubiese durado casado con ella un año, me hubiese llevado 1 millón. Siempre y cuando yo le hubiese sido fiel. - Su padre le miró anonadado. - Sí , lo sé. Hice mal, sabiendo esto, y acostándome con la otra, pero .... ¿qué quieres? Tú mismo lo has dicho, me pierden las faldas. El problema es que yo quería serle fiel ese año. Vivir la vida, hacerla feliz, y pasado el año, si no me había enamorado de ella, me divorciaría y tendría la vida resuelta, pero hubiese sido un yerno estupendo.
- Pues lo estropeaste todo. La verdad. No entiendo como puedes ser tan frío.
- Yo tampoco.