Ya habían pasado unos días desde que Ana había vuelto de conocer a sus suegros. Estaba totalmente metida en los preparativos de la boda.
Alberto se había salido con la suya, ya que los padres de ella también querían una boda cuanto antes. El padre de Ana había perdido el miedo a su yerno. Le gustaba como trabajaba, ver a su hija feliz,... Por eso, con la ayuda de Alberto, pensó que no había por que esperar tanto.
- Mamá, tengo un montón de cosas que planificar, y solo tengo dos meses. ¿Cómo lo haré? - preguntó Ana preocupada por la insuficiencia de tiempo.
- No te preocupes. Como quieres una boda sencilla, no invitaremos a mucha gente, solo a los más importantes, unas cien personas.
- ¡No! - Ana estaba enfadada, ella quería una boda solo familiar, nada de gente desconocida, como en la primera boda.- Quiero una boda sencilla, en el jardín de casa, en una playa,... Donde sea, pero solo vosotros, sus padres y Álex.
- Pero cariño, - su madre con un tono comprensivo, quería hacerle entender que eso no ocurriría - sabes que tu padre es un hombre importante, de negocios, y no puede celebrar algo tan importante como la boda de su hija y no invitar a nadie.
- Es mi boda, mamá. Creo que tengo derecho a hacer lo que quiera.
- Sí. Eso es verdad, pero si quieres hacer lo que quieras, tendrá que ser con tu dinero, en tu casa. - Sentenció la madre. - Siento ser tan dura, hija, pero tú también tienes que entender que para tu padre es importante invitar a esas personas. Solo son 100.
- Hablaré con papá - dijo Ana.
- Espero que no pienses que él te dirá que sí, por que no lo hará.
- Ya lo veremos.