jueves, 19 de abril de 2012

Suerte vuelve II... (11)

Por fin habían llegado a Isla Mujeres.

El sitio era espectacular. Los padres de Ana y Alberto se habían conocido el día antes del viaje. Por suerte, las madres estuvieron hablando de lo espectacular que sería la boda con altos cargos y los padres vieron su misma afición por los puros, el vino y el fútbol. Así que el viaje fue tranquilo para los futuros novios, pues pudieron pasar las horas descansando y haciendo planes de futuro.

Alberto quería llevar a Ana a la casa que ella había rescatado de las manos del banco.
- Quiero que pasemos nuestra luna de miel allí, tumbados en el suelo de roble, con la chimenea cerca. Solos tu y yo. Sin nadie más.
- Me parece una gran idea. - Ana estaba como loca por que llegase el día. Ella sabía que la verdadera boda, la que valdría ante la ley sería la que celebraran en España, pero para ella, realmente la importante era aquella. La que ella había soñado, en la playa, al atardecer, con un precioso vestido, como el que ella llevaría.
Los dos habían decidido que celebrarían el aniversario del día más importante para ellos. La verdad, es que a Alberto le daba igual qué día celebrarlo. Pero para Ana era importante.

Cuando llegaron al hotel, Ana designó todas las habitaciones.
Los amigos estarían en el complejo hotelero. Alex, junto con su nueva pareja Marcos, estaban en la planta tres, en una suite tan grande como un piso, pues tenía tres habitaciones, salón, terraza, piscina propia, .... A los padres de Ana les habían dicho que eran amigos de Alex y querían pasar un fin de semana de hombres. Nada más lejos de la realidad.  Ana se encargó de que pudiese estar con ellos sin que los padres estuvieran husmeando, pues ellos sabían de la condición sexual de Alex y aunque le querían y esas cosas... no llegaban a entender, del todo, por que su sobrino era gay.
Aún recuerdan el día que Alex les dijo que era gay. Ana hacía tiempo que lo sabía y nada entre ellos había cambiado. Pero en cuanto a los padres de ella.... La relación, al principio fue tensa, extraña. No querían ver a amigos de él pululando por la casa. Su tía pensaba que aquello era algo pasajero: Los jóvenes de hoy en día les gusta experimentar, dijo una vez a su marido. Pero este, en cambio, sabía que no era pasajero y entre sus conocidos no creía que estuviera bien visto.
Así que un día, los dos le dijeron a Alex que hiciera lo que quisiera con su vida, ellos le iban a querer igual, pero que su vida privada fuera solo suya. Pedían que mantuviera la máxima discreción en los eventos sociales, o fiestas en casa, con clientes y amigos de sus tíos. Alex supo que no los haría cambiar de opinión, pero no le importó.
Por eso, este viaje iba con algunos amigos, por que así siempre podían disimular que eran "machotes" en un fin de semana de hombres. Además los padres de Alberto no lo sabían y, para ellos, era mejor así. Así que Alex le pidió a Ana que todos estuviesen juntos.
 Así que Alex con Marcos estaban en la habitación principal, y Kevin y Pedro en la habitación del balcón y, por último, Abel y Gabi estaban en la habitación pequeña con vistas a la piscina del hotel.

Los demás amigos se distribuyeron por las habitaciones de las demás plantas. Por supuesto, para que nadie se quejara, decidieron ponerlos en junior suites. Las tres arpías en habitaciones contiguas, mientras que Carlos, Roberto, Fran y sus mujeres estaban dispersados.

Los padres de Ana y los padres de Alberto tenían una villa. Los cuatro dormirían en la pequeña mansión del hotel, especialmente preparada para personajes importantes.
Ana y Alberto tenían una suite, a lado de la de Alex, pero la de ellos era solo para dos.

Cuando llegaron a la habitación, Ana salió a la terraza, donde tenían preparado el jacuzzi con una botella del mejor champán y fresas. Regalo del hotel para los futuros novios.
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Ana había preparado todo para que pudieran pasar un par de días antes de la ceremonia. Así todos podrían descansar, reparar sueño, por el viaje, disfrutar del hotel,...
Por supuesto los padres de los novios se pasaron el primer día en la mansión del hotel. Tenían servicio propio, así que no hacía falta que salieran del bungalow.
Los jóvenes, alojados en el hotel se pasaron el día haciendo actividades deportivas, mientras las chicas se pasaban el día en la playa, descansando, después de un viaje tan duro.
Por supuesto Amanda, Cayetana y Fabiola se pasaron el día criticando a las otras chicas del grupo, pues se notaba que Jenifer, Delia y Soraya no tenían el mismo estatus social. Pero por suerte, entre ellas hicieron buenas migas y no tenían ningún problema en aparentar lo que eran, chicas de clase media, que están pasando unas bonitas vacaciones. 

Ana y Alberto decidieron empezar su luna de miel antes. Por eso, pensaron no salir de la habitación en todo el día.
Su jornada fue de total descanso. Se levantaron a media mañana, pidieron el desayuno y una sesión de masajes con aceites. Después fueron a la terraza, donde el camarero les preparó unos cócteles y les felicitó por su inminente boda. La verdad es que pasaron un día estupendo, algo que necesitaban los dos como pareja, pues habían notado el peso de la rutina diaria. Sobre todo, cuando Alberto había empezado a trabajar en la empresa, pues no tenían casi tiempo de verse. Él se levantaba muy temprano, y volvían a última hora de la tarde, lo justo para cenar, y seguir revisando nuevos contratos,...

Ana sentía una temor enorme a que esto no saliera bien. Después de tantos años sin amar, sin sentir nada dentro de ella, Ana estaba aterrada. Quería que saliera bien, no podía soportar perder a otra persona importante en su vida. Alberto había conseguido que ella volviera a temblar, a sentir mariposas en el estómago, a llorar, reír,... Todo.
 Saldrá bien, lo sé, pensó ella.

Al día siguiente, la pareja decidió ir a visitar a sus padres a la pequeña casita. Ana y Alberto comprobaron que habían hecho muy buenas migas, y que el sitio era un lugar idóneo. Las madres estaban encantadas con el sitio y los hombres, simplemente, se dejaban llevar por ellas. Los novios se dieron cuenta de que sus familias eran muy parecidas, pues la cabeza de familia eran sus madres. Sus padres, los peleles que hacían lo que ellas pedían o exigían.

- Hija. Al principio pensé que esto sería un viaje largo y aburrido, pero ahora que he conocido a estas personas, me doy cuenta de que necesitaba unas vacaciones. -Dijo Juan antes de tirarse a la piscina. - Esto es el paraíso.
- Me alegro papá - dijo Ana con una amplia sonrisa. - Me alegro de que os llevéis tan bien.
- Sí, la verdad es que lo estamos pasando estupendamente. Es una pena que estas vacaciones me hagan este agujero en el bolsillo.
- Bueno, creo que fuiste tú quién dijo que hiciera la boda de mis sueños. Da gracias de que solo vienen unos pocos amigos, si la boda fuese de Alex, sería peor. - Ana y Alberto se rieron mientras miraban la cara de Juan, que se había descompuesto al pensar en el dinero que podría haber gastado. - Esta noche nos gustaría que vinierais a cenar al restaurante italiano, que está a las orillas del mar. Hemos pedido una mesa para todos. La última noche antes de la boda.
- No te preocupes, hija, estaremos allí. - Dijo su madre. - Además esta noche dice que deberíais dormir separados.
- Mamá.... - Ana se exasperaba cuando le hablaban de tradiciones -. Eso es una estupidez. Y nosotros no vamos a dormir separados. Si eso, mañana, después de comer, Alberto se vendrá aquí para arreglarse. No quiero que vea nada de lo que voy a hacer.
- Como quieras hija, solo era una sugerencia. 
- Gracias madre, no hace falta. - Ana cogió la mano de Alberto y se fueron de la casa. Ella iba con las chicas a la playa y él quería correr un poco con las motos acuáticas.

Después de una mañana apacible. Las chicas, todas juntas, se fueron a comer al hotel. Donde todas estaban ansiosas por saber cómo iría vestida, maquillada, zapatos,....
- Lo siento chicas, pero no pienso decirlo. Es una cosa que siempre me hace ilusión. - Dijo la novia.
- Ya.... pero nosotras nos morimos de curiosidad, - dijo Amanda, mientras sus amiguísimas aplaudían y reían.
- Pues os quedaréis así hasta mañana. No creo que os cueste tanto.
- ¿No quieres damas de honor para esta boda? - preguntó Fabiola. 
- Pues no. Quiero que estemos los dos solos con la persona que oficiará la ceremonia. Además, - Ana las conocía bien y sabía que las arpías querían ser el centro de atención - ya tendréis suficiente con la de la semana que viene. 
- Es verdad... - contestó Fabiola. - La semana que viene estaremos contigo en todo momento.
- ¿No necesitarás ayuda para mañana? - preguntó Delia, la novia de Roberto.
-Como si nuestra amiga fuera invalida - contestó rápidamente Amanda para dejarla en evidencia. Ana no se sorprendió, aunque no le hizo gracia como le contestó.
- No lo decía por eso, - dijo Delia -, perdona si te he molestado.
- No lo has hecho. Y no, no necesito ayuda, creo que lo tengo todo controlado. Pero gracias, igualmente.- Ana intentó ser amable con la pobre chica que Amanda había abochornado. Aunque las arpías se quedaron boquiabiertas, al ver esa reacción tan benevolente.
- Lo dice por que yo podría maquillarte. - Jenifer miró a Ana -, tienes unas facciones preciosas, y llevo mucho tiempo maquillando a novias para su gran día. Para mí, sería todo un honor.
- Gracias. Pero como he dicho, no hace falta. - Ana había invitado a Fran por los viejos tiempos y por su comportamiento en la fiesta. Pero Jenifer había venido de rebote por ser su pareja. Aunque a ella no le hacía ni pizca de gracia. - Si quieres, díselo a mi madre, por si no tiene maquilladora para el día de la otra boda, aunque lo dudo. En esta, quiero hacerlo yo sola.
- De acuerdo - dijo Jenifer, con una preciosa sonrisa.- Seguro que estarás preciosa.
- No lo dudes. - Sentenció Ana.

Después de comer, Ana y las arpías fueron al baño. Allí Amanda se pavoneó delante de sus amigas, haciendo burla de Jenifer y Delia.
- La verdad, no sé como esos chicos, de tan buena familia, pueden salir con plebe como estas chicas. 
- Sí, - dice Cayetana - tienes toda la razón. No lo entiendo.
- Además, Ana. ¿Qué te pasa? - preguntó Fabiola. - No pensé que le contestaras tan bien a esa mosquita muerta - las tres rieron, mientras Ana se lavaba las manos. 
- No pensé que tuviera que pisotearla. La pobre solo había hecho una pregunta.
- Chica, - Amanda se miró al espejo y le dijo, - el amor te ha hecho cambiar mucho. Antes te la hubieras comido con un comentario. Como hiciste con la otra. Esa que quería maquillarte. ¿En serio, por que las has invitado?
- A mi me caen bien. Además son novias de amigos de Alex y Alberto. 
- Ya veo - Amanda sabía que algo pasaba. Ana había cambiado. Meses atrás no habría habido aquella conversación en la mesa. 

Cuando salieron, se reunieron con las otras chicas en la plaza del hotel, donde había un grupo tocando música y preparaban todo tipo de cócteles. Tanto Soraya, la novia de Carlos, como Delia y Jenifer se levantaron a bailar, varias veces. Las copas empezaban a hacer mella en las tres más jóvenes. Ana se dejaba llevar por el entusiasmo. Estaba demasiado feliz para ser una chica recatada y con pose de enfado. Así que, incluso ella, bailó un par de veces. En cambio, las tres arpías no se levantaron de la mesa. Estaban escandalizadas por el comportamiento de las demás, sobre todo de Ana, ya que una señora no hace esas cosas, y menos en público.
- En serio. Esta chica ha cambiado mucho, no sé si es por Alberto o por qué, pero no me gusta.- Dijo Amanda, mientras se bebía su coca cola light.
- Sí. Yo pienso lo mismo. Esta Ana carece de modales. - Por supuesto Cayetana estaba de acuerdo con su amiguísima.
- Ya... - en cambio Fabiola - yo creo que lo que pasa es que está viviendo la juventud que perdió cuando Dani desapareció de su vida. 

La tarde pasó rápidamente. Los chicos se juntaron con sus mujeres a media tarde. Alex y sus amigos también fueron a la plaza del hotel. Todo el grupo se lo estaba pasando genial. Por supuesto, Carlos y Roberto se unieron a sus chicas en la pista de baile. Ana y Alberto bailaron un par de canciones, mientras cantaban a pleno pulmón. La gente que estaba sentada en las mesas, aplaudía y vitoreaba a las parejas que se atrevían a bailar. 
De pronto, empezó a sonar una bachata. Jenifer quería bailar, pero Fran no sabía, no le gustaba bailar, y su pobre chica se iba a quedar sentada. Pero entonces, Raúl, el marido de Amanda, le dijo que él estaría encantado de bailar con ella, siempre que su novio no se sintiera mal. Fran dio su beneplácito y los demás se quedaron en la mesa, viendo como aquellos dos bailaban bien agarrados. Por supuesto, a media canción, Amanda gritó a su marido, pues no se encontraba muy bien y quería que se fueran a la habitación. 
Todos habían visto lo mismo. A dos personas bailando, mientras una tercera se ponía roja de envidia y odio. Sabían perfectamente que Amanda era un mal bicho y eso pasaría factura a Jenifer. Ana se sentía mal, pues pensó en la noche que se los encontró en la escalera. Se había comportado como una paranoica, cuando la chica solo quería ir al baño. 

Todos se levantaron y fueron a sus habitaciones. Tenían que prepararse para una gran noche. Ana y Alberto se fueron a su suite. 
Alberto se puso unos pantalones de lino negro, junto a una camisa del mismo color. A juego unas sandalias de correa ancha. 

- Parece que vayas a un funeral - dijo Ana al verlo vestido.
- En cierto modo es así. Mañana pierdo la soltería. - dijo él con una sonrisa.
- Ya veo... si tan mal te sientes por perderla, no nos casamos y punto. - Ana dijo aquello sin pensar, pero Alberto sabía que no era verdad aquel farol.
- Bueno, hoy puedo estar triste por perder la libertad. Pero mañana estaré feliz por ser el hombre de tu vida para siempre. - Esta frase hizo que Ana se deshiciera y dejaran aquella tonta conversación.

Ana se preparó a conciencia. Quería estar guapa para su última noche de soltera. Quería que aquella fiesta, fuera como una despedida de solteros tradicional, sin striptease, si no con diversión. 
Se puso un precioso vestido de satén rojo largo hasta los tobillos. Era un vestido sexy, con un tejido brillante, que hacia que su piel morena resaltara, si podía, todavía más. Cuando Alberto la vio se quedó sin respiración durante un segundo. Hacía tiempo que no veía a su mujer tan sexy, a la vez que elegante

Cuando llegaron al restaurante, vieron que todos habían llegado. Esperaban a la pareja, para brindar por la boda del día siguiente. Ana estaba radiante de felicidad, todos lo habían notado. Era una gran noche y ella también les tenía una sorpresa preparada.

- Es la noche del casino, aquí, en el hotel. Así que he pedido que nos den fichas a todos para que podamos apostar, jugar o lo que sea. Seguro que nos divertimos. 
- Sí, - el padre de Ana se apresuró a constatar una cosa - los hombres tenemos una mesa reservada para una timba de póker. El que quiera participar.... - Por supuesto, todos los machos corrieron a decir que sí. 

En cambio Alex y sus amigos tenían otros planes. Ellos se quedarían un rato, pero se irían pronto, pues querían ir a una discoteca en el continente. El hotel había preparado un pequeño barco para poder ir y venir. Ana y las chicas tenían que decidir qué hacer. 

- Hija. Adela y yo nos vamos a descansar. Espero que no te importe.
- Claro que no, mamá. Hablamos mañana. 

Las chicas, se fueron al casino. Allí estuvieron apostando durante un tiempo, pero pronto se dispersaron y Ana se quedó con las arpías. 
- ¿Quién te ha visto y quién te ve? - dijo Amanda. - No lo veo y no me lo creo. En serio Ana, dime que es lo que te da Alberto para que estés tan guapa, tan eufórica, tan...
- Es fácil - le interrumpió Ana -. Me da amor, sentido a mi vida, me da cariño. Me hace ser especial. Yo no me caso por conveniencia, como otras. 
- Veo que con nosotras, no pierdes tu lengua - le recriminó Fabiola. - Nosotras solo queremos saber por que estás así. Nos alegramos por ti, pero...
- Eso es mentira. ¿Vosotras? ¿Alegres por alguien fuera de vuestro círculo?. No me hagáis reír. 
- Ya verás.... - Amanda siguió al ataque. - Cuando pasen unos años, todo esto pasará y no quedará nada. Entonces, serás una de nosotras.
- ¿Cómo vosotras? - dijo Ana con media sonrisa -, ¿amargada, sin amigos, sin vida, huecas por dentro y feas por fuera? 

Aquello fue la gota que colmó el vaso. Las tres mujeres miraron a Ana con un odio profundo. Nadie se había atrevido a decir algo así. 
- Mirar chicas. No quiero pelea - Ana quería que esa noche todos lo pasaran bien y si enfadaba más a las arpías, la noche y su boda podría acabar mal. - Vosotras queríais que la vieja Ana estuviera aquí. Así que ahora, no os quejéis. 

Las cuatro se miraron y se echaron a reír. Ana lo había conseguido. Las arpías se lo habían tomado como una broma, como las que ellas hacían. 
Las otras tres chicas habían desaparecido en mitad de la velada. Soraya y Delia se habían ido con sus novios y los amigos de Alex a la discoteca. Eran chicos jóvenes con ganas de juerga y no tenían ganas de perder dinero a manos de aquellos hombres.

Las mujeres, menos Cayetana, se acercaron a la mesa del poker. Donde los hombres seguían bebiendo, fumando y jugando. Ana se sorprendió al no ver a Alberto, pero su padre le dijo que se había ausentado en una mano, por que tenía que ir al baño. Al jugar entre amigos, aquello estaba permitido. 
Tardó más de lo esperado, pero al final apareció, para seguir jugando.

- Hola. ¿qué hacéis aquí? Se os han acabado las fichas - dijo Alberto.
- No. Veníamos a saludar. Como nos hemos dispersado...
- No te preocupes. Tu padre y mi padre pronto nos desplumarán y me reuniré contigo. ¿Te apetece finalizar la noche en el jacuzzi? 

Mientras los dos hablaban, llegó Cayetana, que cogió del brazo a sus dos amigas y les cuchicheó algo en el oído. Las tres se miraron y sonrieron.

- La verdad es que estoy cansada. No sé si subirme a la habitación.
- No la vamos a dejar. - Dijo Amanda. - Nos la vamos a llevar a la plaza. A ver si nos divertimos un poco. Que estamos apagadas.
- No gracias - respondió Ana. - La verdad es que no me apetece. 
- Venga mujer... - dijo Fabiola. - Es tu última noche de soltería, aprovechemos para trasnochar. Vamos a recordar viejos tiempos, como cuando íbamos al instituto.
- Bueno, pero solo un rato - Ana quería marcharse, pero al insistir de aquella manera, decidió que por una copa, no pasaría nada.

1 comentario:

  1. Carai, carai

    Bueno, como siempre suma otra enhorabuena a la lista. Pero me sigue pareciendo mu injusto para mi como lectora y seguidora tuya, que sepas dejarnos siempre en lo mejor.

    Ay las arpías madre mía qué peligro tienen. Ahora si me lo permites tendré un momento Jessica Fletcher con un poco de Colombo para decirte dos cosillas: la ausencia de Alberto no es una visita al servicio y esta copa que va a hacer Ana me da que acabará en un polvorín.

    Solo lo sabré a medida que sigas dándonos a leer más capítulos. Uy qué momento >.< Me encanta. Tú sigue así de estupenda y literaria.

    Tu fan incondicional :-)
    Muuuuuuuuuuuaaaaaaaaaakkkkk

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