martes, 10 de abril de 2012

Suerte vuelve II... (10)

Ya habían pasado unos días desde que Ana había vuelto de conocer a sus suegros. Estaba totalmente metida en los preparativos de la boda.
Alberto se había salido con la suya, ya que los padres de ella también querían una boda cuanto antes. El padre de Ana había perdido el miedo a su yerno. Le gustaba como trabajaba, ver a su hija feliz,... Por eso, con la ayuda de Alberto, pensó que no había por que esperar tanto.

- Mamá, tengo un montón de cosas que planificar, y solo tengo dos meses. ¿Cómo lo haré? - preguntó Ana preocupada por la insuficiencia de tiempo.
- No te preocupes. Como quieres una boda sencilla, no invitaremos a mucha gente, solo a los más importantes, unas cien personas.
- ¡No! - Ana estaba enfadada, ella quería una boda solo familiar, nada de gente desconocida, como en la primera boda.- Quiero una boda sencilla, en el jardín de casa, en una playa,... Donde sea, pero solo vosotros, sus padres y Álex.
- Pero cariño, - su madre con un tono comprensivo, quería hacerle entender que eso no ocurriría - sabes que tu padre es un hombre importante, de negocios, y no puede celebrar algo tan importante como la boda de su hija y no invitar a nadie.
- Es mi boda, mamá. Creo que tengo derecho a hacer lo que quiera.
- Sí. Eso es verdad, pero si quieres hacer lo que quieras, tendrá que ser con tu dinero, en tu casa. - Sentenció la madre. - Siento ser tan dura, hija, pero tú también tienes que entender que para tu padre es importante invitar a esas personas. Solo son 100.
- Hablaré con papá - dijo Ana.
- Espero que no pienses que él te dirá que sí, por que no lo hará.
- Ya lo veremos.

Ana se levantó de la mesa, sin haber probado bocado. Quería hacer la lista de todo aquello que necesitaba, pero antes iría hablar con su padre a la oficina. Ella quería una boda sencilla y la conseguiría.
Cogió el coche y en 20 minutos se plantó en la puerta del edificio. Sabía que su padre estaría en reuniones, o fuera de la oficina, pero tenía que intentar hablar con él. Así que se dirigió directamente al despacho.

- Hola Esther, - dijo Ana al ver la secretaria de su padre - necesito hablar con él.
- Lo siento Ana. Pero ahora mismo está con una llamada importante. Si quieres, puedes esperar aquí y en cuanto cuelgue le aviso de que estás.
- Sí, por favor. Dile que es urgente, pero no esperaré aquí. Voy a ver a Alberto. ¿Cuál es su despacho?
- El que tienes a mano derecha. Justo al lado del de tu padre.
- Gracias.

Ana entró en el despacho, la secretaria de Alberto le había dejado pasar. Estaba totalmente absorto, leyendo los nuevos contratos con los proveedores. Quería que todo estuviese perfecto, no podía defraudar a su suegro.

- Hola cariño - dijo Ana al entrar.
- ¡Hola! - Alberto se había sobresaltado - ¿Qué haces aquí? ¿Has venido a verme?
- No. Bueno... - Ana sabía que a Alberto no le sentaría bien que no fuera por el. - He venido por que tenía que hablar con mi padre, y ya de paso venía a verte a ti.
- Perfecto - Alberto seguía con los documentos en la mesa. - ¿Qué es lo que necesitas?
- Que mi padre entienda que nuestra boda no es un circo.
- ¿Por qué? - él no entendía nada de lo que Ana le estaba contando.
- Mi padre quiere invitar a más de cien personas a nuestra boda, y yo solo quiero que seamos nosotros.
- Pero Ana, no te pongas así. Podemos mirar de intentar invitar a menos gente, pero tu padre, no puede dejar de invitar a personas importantes.
- Pareces mi madre - Ana estaba molesta, pensaba que Alberto la apoyaría y se encontraba con que su chico prefería estar de parte de sus padres.

Ring, ring,....
- ¿Sí? - contestó Alberto - Vale. Ahora le digo que vaya.

Alberto colgó el teléfono y le dijo a Ana que su padre estaba esperándola. Ana salió rápidamente del despacho. No podía demorar por más tiempo todo aquello.

- Hola papá - dijo Ana al entrar.
- Hola hija. ¿Qué es lo que pasa? - el padre tenía un semblante preocupado, pues no entendía por que su hija necesitaba hablar con él tan rápido. 
- Papá. Siento venir a molestarte al trabajo. Pero no tengo más remedio - Ana se sentó en una silla, al otro lado de la mesa de su padre -. Es sobre la boda. Tenemos un problema.
- ¿Cuál? ¿Te lo has pensado mejor? - el padre siempre había pensado que su hija no era mujer de matrimonio, hijos, vida en familia, aunque había visto un cambio en ella desde que estaba con Alberto, seguía receloso de pensar que eso no era normal.
- No. No es eso - Ana sonrió -. Yo quiero casarme con Alberto. Habría querido esperar un poco más, pero vosotros y sus padres habéis puesto la fecha. Quiero una boda sencilla, solo vosotros, sus padres, Álex y nosotros. No es mucho pedir, ¿no crees?. - Ana miró sus manos se armó de valor y miró a su padre. - Quiero que mi boda no se convierta en un circo mediático. No quiero mil personas, a las que no conozco, diciéndome lo guapa que estoy ese día. 
- Ya te entiendo....
- ¿En serio? - Ana pensó que estaba convenciendo a su padre y podría conseguir aquella boda íntima que tanto quería. 
- Pero hija, no puede ser. Entiendo que no quieras a 1000 personas que no conoces. Pero nuestros mejores amigos e inversores querrán estar con nosotros ese día y así se hará. 
- Pero papá... - Ana no quería darse por vencida.
- No Ana - su padre no quería cambiar de opinión. La decisión estaba tomada. - Si quieres una fiesta íntima con sus padres, familiares, nosotros, y pocos más, no me importa que la hagamos. Si quieres puede ser una semana antes de la boda con los demás invitados. Incluso podemos irnos todos de viaje a un lugar que tu elijas, yo lo pagaré. Pero la boda se celebrará como yo diga.
- De acuerdo papá.

Ana salió muy desanimada del despacho. Pensó que su padre la entendería, pero no fue así y eso a ella le frustraba. Sobre todo, por que Ana siempre conseguía lo que quería. Alberto esperaba en la puerta, para saber qué estaba pasando. Cuando vio el semblante de su prometida, supo que la boda se haría con los invitados importantes.

- Cariño - dijo él - no te preocupes. Ya verás como nos divertiremos y será un día especial para recordar.
- Mi padre me ha dicho - dijo Ana entre sollozos - que si queremos una boda sencilla la podemos tener, una semana antes de la boda con los invitados. Me ha dicho que elija donde casarme, que él nos lo pagará todo. 
- ¡Eso es estupendo! Nos casaremos dos veces - dijo mientras evocaba una sonrisa arrebatadora.
- Siempre he querido casarme en la playa. Al atardecer. 
- Me parece una idea genial. Elige el sitio, seguro que a mi me encanta. 
- Ya lo tengo pensado. Nos iremos a Isla Mujeres. Siempre he querido ir a esa isla y he visto que en los hoteles que hay, se celebran bodas en la playa.
- Me parece perfecto. Solos nosotros, mis padres y tus padres.
- Bueno, y alguien más.
- Claro, claro - Alberto se había dejado el nombre de Álex deliberadamente, pero no soportaba que ese chico estuviera en todos los eventos importantes. - Álex también vendrá.
- Por supuesto. Pero como mi padre quiere hacer una boda con todos sus amigos, va a pagar la estancia de todos los míos.
- Pero... - Alberto no osaba a decirlo pero salió de su boca sin pensar - si tu no tienes amigos.
- ¿Perdona? - Ana estaba anonadada con la declaración de su prometido. 
- No quería decirlo así....
- Ya te he entendido- dijo ofendida - pero no me importa. Le diré a Álex que me ayude con las invitaciones.

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Los días pasaban muy deprisa, Ana estaba con los preparativos para la boda en Isla Mujeres.
Después de hablar con su padre en el despacho decidió hacer lo que dijo él. Así que por la noche, durante la cena, le dijo a sus padres que irían a celebrar la boda a Isla Mujeres, solo aquellos conocidos que ella quisiera, ni más ni menos. Ella lo prepararía todo. Después de eso, les dijo a sus padres que celebrarían la boda que ellos quisieran, que le dijesen el día, el lugar y que ella aparecería sin ningún problema. 
Se desentendió completamente de esa boda. Así que su madre tomó las riendas de todo. Ella solo se miraría el vestido. 

- Estoy super ilusionada con esta celebración. - dijo Ana.
- Me alegro - sonrió Álex. - Te lo mereces. Ya verás como saldrá bien.
- Sí. Además he hecho una lista de todos los que quiero que vengan a la celebración.
- Me das miedo. Seguro que invitas a quien no debes. 
- Seguro. Pero es por molestar a mis padres. Si se creen que les va a salir barata la boda .... - Ana tenía un plan y nadie se lo iba a estropear.

Entre ella y Álex, confeccionaron una lista de invitados. En ella estaban sus padres, los padres de Alberto, Álex, con un posible acompañante. Las arpías, por supuesto, con sus maridos, pero sin hijos. Un par de parejas gays, amigos de Álex que se morían por viajar y a Fran y Jenifer.

- ¿Por qué invitas a Fran después de lo que pasó? - preguntó Álex desconcertado.
- Por nada en especial. Ese día no me comporté muy correctamente. Fran vino a saludarme y yo me preocupé más de la cuenta y me puse peor que si fuera una de las arpías, quiero recompensárselo. Además, Alberto me demostró que no hizo nada con Jenifer, y tengo que confiar en él. Si no... ¿dónde va esta relación? 
- Tienes razón. Pero yo, no los hubiese invitado. - Álex le guiñó un ojo - Mas que nada, para evitar la tentación.
- Eres mala persona.
- No cariiiiiiiiiiiiii, soy realista. - Álex se burlaba de ella por sus comentarios y sus maneras. Sabía que Ana era feliz con Alberto y quería estar con él. Pero algo en ella se lo impedía y Álex, aunque no fuera un hermano de sangre, se sentía como tal y veía cosas que otros no percibían. - Por cierto, también podrías invitar a Carlos, Roberto, y a sus chicas, son amigos nuestros desde siempre y se llevan bien con las arpías. 
- Tienes razón. Los apuntaré en la lista.

Ana se preparó para ir a una agencia de viajes que le habían recomendado. Allí se encontraría con Clara, una chica amable, simpática que se ganaría a Ana en un abrir y cerrar los ojos, gracias a su carisma, su saber estar y sobre todo, por hacer que ella no se preocupara de nada del viaje. 
Clara se preocupó de encontrar vuelos, estancias, habitaciones, excursiones, pedir la cena de la celebración, la playa, el juez de paz, .... Todo perfecto para un día perfecto. 

Ana estaba muy agradecida. Ya que solo tuvo que ir un par de veces a la agencia para arreglar pequeños asuntos de los invitados. Su padre, como bien dijo, pagó todo. Aunque no le hizo gracia al ver a toda la gente que Ana había invitado.

- Pensé que solo éramos los padres de Alberto, nosotros, Álex y vosotros. ¿Qué ha pasado hija? - le preguntó su padre al ver la factura de la agencia de viajes.
- Nada papá - respondió Ana. - Simplemente que he pensado que ya que vosotros tenéis la boda que queréis yo tendré la que yo quiero y he pensado que quiero que vengan amigos de toda la vida. 
- De acuerdo - masculló el padre. 

Sin decirle nada a nadie, Ana se fue de tiendas. Quería encontrar el vestido perfecto para la boda en la playa. No quería que nadie lo viese. Iba a ser la mejor sorpresa y todos se quedarían boquiabiertos. 

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Solo quedaban tres semanas para el gran día. La madre de Ana corría para tener todo preparado. Su marido y ella habían decidido no hacer una boda tan multitudinaria como la primera. Pero la lista no bajaba de 100 invitados. 
Pensaron que lo mejor era celebrar la boda en una masía, a las afueras de la ciudad. En un pequeño pueblo cerca de un acantilado. 
Su madre había pasado muchos veranos, cuando era pequeña, en aquel pueblo y tenía muy buenos recuerdos.
Escogió uno de los mejores cáterings de la ciudad, con un menú exquisito. Habría fiesta posterior. La gente vendría con chófer. El servicio de las limusinas corría a cuenta de la familia. Para Juan era un momento importante y no quería que nada lo estropease. Su mujer lo sabía y por eso eligió lo mejor de lo mejor. 
Se les recordaría por esa maravillosa fiesta.
Para lo único que Ana se prestó, fue para ir con su madre a elegir su vestido. Ana escogió el vestido que su madre le pidió. Era un vestido de corte sirena, con escote de palabra de honor. Todo de encaje, con una pequeña cola y de complemento una tiara preciosa que su madre le regaló especialmente para ese día, hecha de oro blanco y brillantes.

Las dos sabían que sus bodas serían perfectas. Ana por que por fin tendría lo que ella más quería. A Alberto como marido. Y su madre, por que quedaría como una auténtica reina de las fiestas de la alta sociedad.

1 comentario:

  1. Bueno, buneo...

    Paren las rotaciones, abróchense los cinturones y preparen las palomitas. Se palpa en el ambiente que va a pasar algo importante y ¡¡muy pronto!! :-D

    Me ha encantado de verdad. Nos acercamos al desenlace (con muchas ganas lo sabes bien). Lo mejor de la boda (si me lo permites caaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaari) será la presencia de las arpías y de Jennifer jejejejejejeje. Alberto estás ganando números para la rifa cada segundo que pasa.

    Bueno, pues esperaremos pacientes al siguiente capítulo. Para seguir disfrutando y para saber más naturalmente.

    ¡¡Enhorabuena y a seguir así escritora!!

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