jueves, 14 de junio de 2012

Suerte vuelve II... Epílogo

- ¡Mamiiiiiiii! - gritó Abril desde su habitación.
- Mami no está. Ya sabes que está trabajando. 
- Abuuuuu.... - dijo la niña todavía en la cama.
- Dime. ¿Qué te pasa? - a la abuela se le caía la baba con la pequeña desde el día que llegaron del hospital.
- Hoy .... - Abril tenía la cara triste - .... es mi cumple....
- Lo sé. - dijo su abuela. - Lo que no entiendo es por que tienes esa cara tan triste. ¿No te gusta cumplir años?
- Sí. Ya soy una niña mayor. ¡Tengo 6 años! - dijo mientras le enseñaba su edad con los dedos.
- ¡Vaya! Sí que es verdad. Eres muy mayor. Entonces.... ¿Qué es lo que te pasa?
- Pensé que mamá estaría todo el día conmigo... - dijo, mientras hacía pucheros.
- Sabes que tu mamá tiene que trabajar. Pero seguro que esta tarde podrás estar con ella. ¿Qué tal si te levantas de la cama? Creo que hay un desayuno especial esperándote en la cocina y después, si quieres podemos ir a la piscina...
- Vale... - la niña no estaba del todo convencida. Pero sabía que cuando su abuela decía que se levantara, era mejor que lo hiciera.

Mientras la doncella recogía la habitación de la pequeña, ésta y su abuela bajaron a la cocina, donde la niña se encontró con una agradable sorpresa. Su madre, su abuelo y sus tíos estaban allí con ella.

- ¡FELICIDADES! - gritaron todos al unísono. La niña se asustó al verlos. Pues no se lo esperaba.
- ¡Mamá! - gritó al ver a Ana.
- Hola mi niña, - dijo ella mientras la abrazaba. 
- La abu me dijo que no estabas...
- Bueno, es que tu abuela y nosotros queríamos darte una sorpresa - dijo mientras todos sonreían. 
- Síííííí - gritó la niña.
- ¿Cuántos años cumple mi princesita? - dijo Alex agachándose para darle un abrazo de oso. 
- ¡6 años! - gritó ella con una sonrisa pícara.
- ¡Vaya! - dijo Marcos - Eres toda una señorita. 

Después de desayunar todo aquello que le encantaba a Abril, tortitas, gofres, sirope de chocolate, ... Ana se la llevó a su habitación para que se cambiase de ropa. Pues los pequeños invitados estarían a punto de llegar para celebrar el aniversario.
Ana había llamado a todas las madres de la clase de su hija y las había invitado, junto con sus hijos a una fiesta en la piscina, durante toda la mañana. Después de comer, seguirían las sorpresas para Abril, pues no lo sabía pero habían contratado a un grupo de magos y payasos, para jugar, aparte de poner un castillo hinchable, y todas las chucherías que pudieran comer.

Ana, había cambiado por completo. Antes su vida era el trabajo. Después se obsesionó con Alberto y su relación. Pero ahora, después de ser madre, se dio cuenta de que lo que verdaderamente importante en su vida es Abril y que por ella haría lo que fuera necesario. 
Ahora trabajaba en la empresa familiar, junto a su padre y Alex. Los tres habían conseguido expandir, si cabe, más la empresa y llegar a diferentes países. 

Alex por su parte seguía con Marcos. Los dos estaban viviendo un amor precioso y gracias a Ana habían cumplido el sueño de casarse. Los padres de ella lo aceptaban sin problemas y eso les había ayudado a tomar la gran decisión. Querían adoptar a un niño y estaban terminando los trámites para ello.

Los padres de Ana se habían convertido en abuelos. Le pidieron a Ana que se quedara en casa con Abril, pues querían disfrutar de la pequeña y de su hija. Madre e hija habían arreglado sus diferencias y ahora todo era diferente. 

La vida les sonreía a todos. A todos excepto a uno.

Alberto había intentado rehacer su vida. Después de no casarse con Ana, se había convertido en persona non grata para mucha gente. Pensó en hacer como Alicia y empezar desde abajo, pero la crisis había llegado y no cogían a cualquiera y menos a un hombre con aires de superioridad por tener la carrera de derecho. Ya que muchos puestos estaban cogidos por personas con más estudios que él.

Después de hablar con su padre y su madre, decidió que lo mejor era marcharse fuera de España durante una temporada.

- Hijo. ¿Dónde vas a ir? - le preguntó su madre angustiada.
- No lo sé todavía. Lo mejor sería Alemania, pero no sé el idioma. Además es un país frío, y....
- Vamos.... - dice el padre mientras se bebe su copita de la tarde - que no quieres ir a ese país. 
- La verdad es que preferiría algo más mediterráneo. He pensado en llamar a un amigo.... Giancarlo. ¿Os acordáis de él? 
- Claro que sí. El que trajiste una vez a casa, por Navidades. Era un hombre muy apuesto.
- ¡Un chulo playa! - dijo el padre mientras se levataba para servirse una copita de coñac -. Eso es lo que era ese picha floja.
- ¡Papá! - gritó incrédulo Alberto.
- Perdona hijo. Pero intentó cortejar a tu madre y eso no se lo perdono a nadie.
- Bueno. Da igual - Alberto intentaba cambiar de tema. - He pensado que él tiene un bufete en Roma y creo que podría ir allí. Mañana lo llamaré y se lo comentaré.

Al día siguiente, llamó sin falta a su amigo, le comentó su problema. Las ganas de poner tierra de por medio, ... Y le sirvió para que Giancarlo le invitara a Roma. 

- ¡Claro! - dijo Giancarlo -. Tú no te preocupes. Seguro que aquí encajarás de maravilla.

Alberto veía la luz a través del túnel. Pronto se marcharía y ya nadie le recordaría lo que hizo. 

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Un mes más tarde, Alberto ya estaba instalado en Roma. Giancarlo le había ofrecido un trabajo en su bufete. Ya se había olvidado de todo y su vida, otra vez, volvía a ser perfecta. 

Peeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeero, a un hombre no lo puedes cambiar de la noche a la mañana y menos a un mujeriego como él. Alberto se perdía entre las faldas y ahora, en Roma, no iba a ser diferente. 
El problema es que se lió con la persona equivocada. La mujer de Giancarlo. Una mujer poderosa, que amaba a su marido, pero que estaba tremendamente aburrida y, que al principio, sucumbió a los encantos de aquel hombre.

Pero pronto, Sofía, la mujer de Giancarlo, supo que Alberto no era lo que más le convenía y prefirió hablar con su marido. 
Gracias a su mujer, Giancarlo estuvo investigando a Alberto, sus movimientos, sus clientes, todo aquello que hiciese falta. Estaba decepcionado y enfadado con su amigo. Él había querido ayudarle y Alberto le pagó intentando robarle a su mujer y su patrimonio.

Cuando tuvo las pruebas suficientes, Giancarlo puso una denuncia, y todo el peso de la ley cayó sobre él. Allí no tuvieron piedad. Alberto estaba solo, sin amigos, sin dinero y sin ayuda. 

No pudo hacer nada y pronto lo metieron en la cárcel. Le cayeron más años de los que pensaba y eso le hundieron, todavía más, en la miseria que él mismo había ayudado a construir. 
Sus padres intentaban comunicarse con él, pero poco a poco perdieron el contacto. Alberto no quería ver a nadie. 


Poco tiempo después de que entrara en la cárcel. La madre de Alicia se enteró de la noticia y corrió a contárselo a su hija. 
A Alicia no le sorprendió en absoluto. Ella era feliz en su nuevo matrimonio y no lamentaba el momento en que Alberto se fue, dejándole solo con 10€ en la cuenta del banco.

- Menos mal que Ana no se casó con él. Menos mal que entró en razón al saber que estaba embara.... - Alicia se había dado cuenta, que sin querer, había metido la pata.
- ¡Estaba embarazada! - gritó su madre por teléfono.
- ¡Mamá! - dijo Alicia rápidamente. - ¡Escúchame! Nadie. Me oyes. ¡Nadie! de esa familia debe enterarse de que Ana estaba embarazada. Y menos ahora. 
- Pero hija.... Es un chisme muy bueno...
- ¡Mamá! - gritó más fuerte.
- De acuerdo.... No diré nada.... - dijo la madre resignada. 

Alicia no quería ser ella la que soltase aquella bomba. Si la madre de Alberto se enteraba que tenía una nieta, no pararía hasta poder verla y tener control sobre ella. Estaba nerviosa. Sabía que su madre era de lengua larga y no callaría por mucho tiempo. Así que sin pensarlo, cogió el bolso y se marchó a casa de sus padres. Debía convencer a su madre de que aquello era un error.

Cuando llegó a casa se encontró a su madre, hablando por teléfono. 

- Sí. Como te lo estoy diciendo. Alberto es padre y no sabe nada de nada....... Sí, sí, es increíble.....
- ¡Mamá! - gritó desde la puerta. - No has podido hacerlo, ¿verdad?
- Antes de que me digas nada estoy hablando con tu tía, la del pueblo. La que no conoce a nadie. Hija.... - la madre cuelga el teléfono - lo siento, pero es que es una noticia tan fuerte, que debía contárselo a alguien. Me ardía la boca. 
- ¿Estás mejor? - dijo ella mientras se sentaba.
- Sí. Lo estoy. 
- Entiéndeme, mamá. La familia de Alberto y él mismamente, no se pueden enterar de nada. Yo no debería saberlo. 
- Lo entiendo. No te preocupes. No diré nada a nadie. 
- Júralo por la Pantoja. - Alicia sabía que a su madre le encantaba, siempre que debía jurar algo, que era importante lo hacía por ella. Antes que por sus propios hijos.
- Lo juro. 


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Unos días más tarde, Alicia se encontró con Ana. No eran amigas, no quedaban nunca y tampoco se movían por el mismo círculo social. Pero las dos iban de compras al centro comercial. 
Cuando Ana vio a Alicia, se abrazó a ella. Estaba contenta al ver que estaba embarazada. Esta le contó lo bien que iba su matrimonio y lo feliz que era. 
Ana por su parte, le presentó a la pequeña Abril. Cuando Alicia la vio pensó: Tiene los mismos ojos que su padre. No lo pueden negar.

Alicia tenía muchos encargos que hacer, así que se despidió de Ana. Pero esta, antes de irse le preguntó si había sabido algo más de Alberto. Alicia supo que no lo había olvidado y pensó en no decirle nada, pero tenía todo el derecho de enterarse donde estaba el padre de su hija.

- Alberto está en Roma - dijo Alicia.
- Me alegro... Supongo que se fue por que ...
- Porque no encontraba trabajo. Eso le dijo su madre a la mía.
- Ya veo...
- Le fue bien durante un tiempo. 
- ¿Durante un tiempo? - preguntó Ana preocupada. - ¿Le ha pasado algo?
- Sí. Está en la cárcel. - Alicia fue rápida, concisa. No quería alargarlo más.
- ¿En la cárcel? -preguntó ella, dentro de su asombro.
- Sí. Según me dijo mi madre. Quiso fugarse con la mujer de su amigo, además de con su dinero, pero ella le traicionó y antes de que pudiese escapar la policía lo arrestó. Le han caído unos cuantos años y no podrá ejercer nunca más como abogado.
- Bueno.... Veo que, como bien dice mi padre. A cada cerdo le llega su san Martín.

Y después de estas palabras. Ana cogió de la mano a su hija, se despidió de Alicia y no se volvieron a ver durante mucho tiempo.

2 comentarios:

  1. El broche final.

    Ha llegado el momento de despedirse de Ana, Alberto (no me dolerá mucho), de Álex, las arpías y de Jeni (caaaaaaaaaaaaaaaaaaaaari).

    Cuesta un poco hacerse a la idea porqué después de tantos capítulos te acostumbras a saber más de la historia semana a semana. Aunque la parte positiva (a parte de lo que he disfrutado leyéndola) es vendran otras nuevas ;-)

    Por otro lado a parte de la evolución de los personajes desde la primera parte de "Suerte vuelve" ahora podré hacer maratón de lectura y ¡¡con las palomitas!! Mejor aún.

    Como siempre felicitarte por la historia, que me ha encantado, y anirmarte una vez más a seguir dedicándote a una de tus grandes pasiones.

    Un beso Pati.

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  2. OH! Cómo me ha gustado esa frase final. A mí tampoco me da pena despedirme de Alberto. Quién sabe, igual Abril y el bebe que está en camino terminen por ser amigas en el futuro.
    Gracias por compartir esta historia con nosotr@s. Espero que haya otras en el futuro. Muack

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