martes, 13 de marzo de 2012

Suerte Vuelve II... (4)

Cuando Alberto llegó de nadar con los delfines, se encontró con Ana tumbada en la cama, absorta en sus pensamientos.

- Hola guapa. ¿Qué tal el día?
- Mal - Ana iba a decirle la verdad. No podía soportar la desazón que sentía.
- ¿Mal? ¿Qué ha pasado?
- Nada. Ese es el problema. No sé si te das cuenta pero no hacemos nada juntos. No nos vemos en todo el día. Solo cenamos, dormimos y follamos y no por ese orden. Esos son los tres pasos que hacemos, día tras día. Bueno, mejor dicho, noche tras noche. Madrugas mucho y no te veo, ni siquiera en el desayuno. Pasas todo el día fuera. Seguramente, has hecho amigos en estos días y yo no los conozco..... 
- Pero yo pensé que todo esto estaba bien. Dejarnos libertad, para hacer lo que nos apetece. No sabía que te sentías así.
- Y lo estaba, o eso creía. Alberto, cariño, no tenemos nada en común, solo esta cama de hotel y estoy empezando a pensar que me precipité en todo. 
- Pero.... - Alberto sabía que estaba en la cuerda floja y de un momento a otro podría caer en un abismo de deudas y poco dinero. Algo de lo que no quería ni pensar. Debía reaccionar rápidamente, para que Ana no pensara en marcharse. - Tienes razón. No me he dado cuenta, a veces soy muy egoísta y no pienso en que puedo hacerte daño. Espero que me perdones.
- No tengo que perdonarte. Creo....

Ring, ring, ring....
Ana coge rápidamente el teléfono que está en la mesita, cerca de la cama.

-¿Sí?
- ¡Hola! ¿Está Alberto? - Una voz femenina, risueña y llena de vida está al otro lado del teléfono. Ana no sabe que pensar. Pero su instinto le dice que no es bueno.
- ¿De parte? - Quiere intentar conseguir que le diga algo. Algo con lo que atacar a Alberto y darse cuenta de que todo esto no tiene sentido.
- Soy Eli. ¿Está?
- Pues... es que ahora mismo no puede ponerse. Está en la ducha. Dime qué quieres y yo misma le pasaré tu mensaje.
- Ummmmmmmm .... - la chica se lo piensa un poco. - Bueno, no se preocupe señora. Dígale que le he llamado y que le llamaré dentro de un rato. 

Antes de que Ana pudiese contestar a aquella chica, ésta ya había colgado. "Señora... ¡Señora!, tan vieja parezco por teléfono para que esta niñata me llame SE-ÑO-RA", pensó.

- ¿Quién era?
- Eli. Dice que te llamará luego. - Ana miró a Alberto. A este se le había descompuesto la cara. 
- ¿Eli?
- Sí, no te hagas el sorprendido. 
- No me hago el sorprendido. Simplemente, que no sé por que llama. Es una chica que conocí el otro día cuando fui a hacer barranquismo con un grupo. Estaba ella con sus amigos y al estar solo...
- No me cuentes historias. Si llama es por que no le has dicho que yo existo. 
- No te entiendo - Alberto necesitaba tiempo para reaccionar. Ana estaba a punto de pillarle. 
- Mira si es fácil. Sabía que esto podía pasar, pero no quería verlo.... Después de todo lo que he hecho por ti, pensé que tardarías más en intentar irte con otra.
- ¿Irme con otra? Estás equivocada.
- ¿Ah sí? - Ana se le ocurrió una idea. - Pues entonces, si es así, harás algo por mí. Me vas a presentar a toda la gente que has conocido estos días. Sobre todo a esta tal Eli. ¿Qué te parece? En vez de cenar esta noche en la habitación, quiero ir al restaurante del hotel. 
- De acuerdo. Te presentaré a todo el mundo. Pero quiero que sepas que no me gusta nada esta actitud tuya.
- No me importa que no te guste. La verdad es que estoy en todo mi derecho. Al fin y al cabo, con tu pasado es normal que quieras echar canitas al aire, o peor. Irte dejando una mísera nota.
- Eso es un golpe bajo.
- No lo es. Es la verdad. Te guste o no.


Lo que quedaba de tarde, la pasaron separados. Mientras Ana estaba en la terraza tomando el sol, Alberto se tumbó en la cama a ver la tele.
Él sabía que ella tenía razón, pero no podía permitirse el lujo de que le pillara en sus escarceos. "El cuerpo humano es muy débil", pensó. "Tengo que intentar ser más fuertes. No le puedo hacer esto a Ana. Ni a mi."

Cuando el sol se ocultó, Ana se preparó para una gran cena en el restaurante Petit Mignon, del hotel. Primero sacó un precioso vestido de color negro de gasa, cogido a un hombro, que se le pegaba a su precioso cuerpo, a juego con unos Louis Vuitton. Después fue al baño, preparó la bañera de espuma y se sumergió durante treinta minutos. Justo en el momento en que Alberto entró en el baño para hablar con ella. 

- Lo siento. Siento lo que ha pasado. Y espero que puedas confiar en mí, si te digo que no ha pasado nada entre esa chica y yo.
- Te creo. Pero ese no es el problema. - Ana no estaba dispuesta a que la volviera a abandonar por una cualquiera. - El problema es que no le has dicho que estás conmigo. Y eso es por que lo has ocultado. ¿Te da vergüenza?
- ¡Claro que no!
- Pues entonces zanjemos el tema. Esta noche quiero divertirme y quiero conocer a esa gente. Además si encuentro algo que yo me atreva, voy contigo mañana. 
- Si quieres puedes venirte a lo del barco.
- ¿El qué?
- Nos llevan a unos kilómetros de aquí. Hay un arrecife y se puede hacer snorkel. Quien no quiera bajar, se puede quedar en el barco tomando el sol.
- ¡Estupendo! - a Ana se le iluminaron los ojos. Eso era lo que ella buscaba. Ella quería estar con él, aunque no fuese haciendo deporte, si no tomando el sol.

Después del baño y la reconciliación Ana y Alberto se prepararon para aquella velada. Cuando llegaron al restaurante, Ana miró a todas las mesas, a ver si intuía cual de aquellas chicas era Eli. Pero no tenía los sentidos tan agudizados como para adivinarlo. 
"Empiezo a estar paranoica. Ana cálmate. Ahora estás con él y todas verán que este hombre está solo contigo", pensó. 

Al cabo de diez minutos llegaron un grupo de cinco chicas. A cual de ellas más guapa, más alta y más delgada. Una sonrió rápidamente hacia la mesa de Alberto y Ana y se acercó. 

- ¡Hola! - dijo la simpática chica.
- Hola. - dijo Alberto con una sonrisa.- Veo que habéis venido todas. ¿Dónde están los chicos?
- Se están terminando de arreglar, creo. No sé. - en ese momento, Ana carraspeó la garganta, y la chica se giró hacia ella. - ¡Uy! perdone. Me llamo Eli y usted es...
- Me llamo Ana, soy su...
- Es mi mujer - dijo rápidamente Alberto para sorpresa de las dos presentes. Ana estaba encantada con la palabra "mujer". En cambio Eli se le cambió la cara. 
- ¡Ah! bueno, perdonar, no quería molestaros. Me voy con mis amigas.
- Sí - dice Ana - será lo mejor.
- Nos vemos mañana - dijo Alberto.
- No. No creo. Nos vamos a hacer paracaidismo. - Eli cambió radicalmente de planes en un segundo. No quería volver a ver ese don Juan petulante.
- Pensé que iríamos todos a hacer snorkel. 
- Mis amigos y yo queremos hacer paracaidismo antes de irnos y será una de las pocas veces que podamos. Pero ya nos iremos viendo por aquí.
- Por supuesto - contestó Ana con una amplia sonrisa. - Seguro que ahora nos veremos muy a menudo.
- Lo estoy deseando... - dijo Eli mientras se dirigía hacia sus amigas.

Cuando Eli llegó a su grupo de amigas, empezó a cuchichear. Rápidamente todas miraron a Alberto, tenían cara de pocos amigos y él no quería que Ana se enterara de nada. 
Alberto intentó que no se le notara la decepción en su cara. Pero Ana no era tonta.

- Parece que no te ha gustado que nos encontráramos y lo que ha pasado.
- No es eso. Es por que pensé que vendrían a hacer snorkel mañana. Ahora, si ellos no vienen, no sé si querrán sacar el barco.
- ¿Y por qué no? ¿Érais los únicos?
- No hay más gente. Espero que podamos, creo que te gustará ir hasta allí, aunque no quieras mojarte.
- A lo mejor me animo.

El resto de la velada la pasaron hablando sobre los deportes que Alberto había hecho y las ganas que tenía que Ana los probara. Ella por su parte, se sentía dispuesta a complacerle en algunas cosas, pero no quería hacer nada como barranquismo. A ella las alturas le daban pavor. 

Después de la cena fueron a uno de los bares que hay cerca del hotel. Allí Alberto se encontró con una pareja, con la que había hecho alguna de sus salidas. 

- Ana, cariño, te presento a Julliet y Armand.
- Encantada - Ana estaba eufórica. Por fin conocía a otra pareja. 
- Hola - contestaron al unísono.
- Julliet y Armand se han casado hace poco y esta es su luna de miel. Los conocí el día que me hicieron el bautizo.
- ¿Perdona? - Ana no sabía de lo que estaba hablando y Armand y Julliet sonrieron.
- Es el primer día que haces buceo. Es un día espléndido, perfecto. La verdad es que a mi me encantó. - Julliet era una mujer rubia, de ojos azules y la tez blanquinosa. Parecía ser una mujer frágil a simple vista, pero luego, cuando hablabas con ella te dabas cuenta de que era más fuerte de lo que cabría esperar.
- Sí que lo era, pero por suerte yo la convencí. - Armand era un hombre alto, corpulento, con una media melena negra, ojos negros y de pelo en pecho. Todo un caballero con su mujer. 
- Ana no le gustan mucho los deportes y menos los de riesgo. 
- Bueno.. es verdad. Pero creo que me voy animando poco a poco. Mañana no iremos hacer eso... ¿Cómo se llamaba?
- Snorkel - dijo Alberto.
- Eso. ¿Vosotros también venís?
- Sí. ¿Por qué no? - contestó Julliet rápidamente. 

La verdad es que la pareja había congeniado estupendamente y eso hacía que Ana se soltara más y dejara de ver fantasmas, donde creía que no había. 
Mientras Armand y Ana se quedaban en la mesa hablando sobre la aventura de Armand la primera vez que intentó surfear. Julliet y Alberto fueron a la barra.

- No sabía que Ana fuera tan guapa. Tienes suerte. 
- Gracias Julliet. Tu tampoco estás nada mal.
- Lo sé. Aunque pensé que venías solo. No me habías hablado de ella.
- Ana es muy celosa de su privacidad. Es la primera vez que quiere salir de la habitación para algo que no sea ir a tomar el sol.
- Ya... - Julliet se acerca sigilosamente a la cara de Alberto y le susurra al oído - Es una pena que vengas acompañado. Tenía pensado que podríamos emborrachar a Armand, que es muy fácil y terminar la noche los dos solos, haciéndolo en la playa como dos monos en celo..... C'est la vie. Otra vez será. Cuando nuestros mundo se vuelvan a encontrar.
- Pero nos podemos escapar... 
- No creo que Ana esté por la labor de dejarte escapar. Se le ve una mujer de armas tomar. No quiero líos y si estás con una mujer, puede haberlos. Quiero una canita al aire, no un problema en mi luna de miel. Pero mañana nos veremos e iremos juntos a navegar. Seré una excelente amiga, para Ana.


Alberto no lo sabía pero eso no era tan bueno como pensaba. Dos mujeres, dos amigas, muchas veces se cuentan demasiadas confidencias.

3 comentarios:

  1. Hola otra vez :-)

    ¡¡Genial!! Me encanta como continúa la historia. Ana y Allberto descubriendo la otra cara del paraíso. Esta vez ya me he mentalizado que lo dejarías en el mejor comento, como siempre. Así que aunque me he quedado un poco "quiero más" peeero así se disfruta más cuando llega el capítulo nuevo.

    Muchos ánimos y sigue así.
    Hasta el infinito y más allá.

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    Respuestas
    1. Guapa!! con amigas y seguidoras como tú, no necesito mucho más!!

      Gracias por los ánimos!!

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  2. No tardes mucho en colgar la continuación!!!

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