martes, 31 de enero de 2012

Suerte vuelve...(13)

Lo que le ha pasado a Alberto se llama justicia poética. Como ya he dicho, me supo a gloria verle en esa situación. Después de todo lo que había pasado. Después de lo que había hecho no me apiadé. No podía. El poco orgullo que me quedaba floreció y no dejó que hiciera una locura.

Así que después de hablar con él, salí de la sala y me fui con Ana al hotel. Todo había acabado. Allí ya no me retenía nada. Pero Ana pensó que sería bueno despejarnos un poco. Así que decidimos quedarnos unos días más.  A la mañana siguiente Ana se puso en contacto con Jordi. Yo no quería hablar con nadie. Durante la noche pensé que esas serían mis últimas vacaciones a todo lujo y no quería deprimirme. Cuando volviese a España ya me deprimiría y pensaría que hacer.

Ana, en cambio, se pasó toda la mañana al teléfono, hablando con su marido. Según nos dijo, si no encontrábamos a Sylvie, ya nos podíamos olvidar del dinero. En cuanto a Alberto, Ana le contó a Jordi lo que había pasado con el hotel y la cárcel y él le respondió que le pondrían una multa y poco más. No sé por que se preocupaba tanto por él. Al fin y al cabo, a ella también la había abandonado.



Cuando Ana, por fin, se desprendió del móvil, me dijo que Jordi le había contado que el banco se quería poner en contacto conmigo o con Alberto, por la falta de liquidez en la cuenta. Todos los pagos estaban retrasándose y eso, como todos sabemos, no le gusta a los bancos. Tenemos que normalizarlo todo, si no, procederán a embargarnos las cuentas que tengamos los dos para poder ponernos al día. Si con eso no llegamos, procederán a embargarnos algunas pertenencias, muy valiosas.
Le pedí a Ana que se pusiera en contacto con la inmobiliaria. Quería saber que tal iba el intento de venta de las casas. Pero por lo visto, le ha resultado imposible. Así que le pidió a Jordi que se pasara y que nos mandara un email.

En ese momento estaba en la fase, "todo está perdido. Disfrutemos el momento. Por que todo lo bueno se acaba". Necesitaba recibir alguna buena noticia para reaccionar a la inminente depresión que me acechaba. Pensarlo. De la noche a la mañana había pasado a tener un trabajo genial, ser una mujer independiente, fuerte y con todo el lujo que podría soñar cualquier persona, a ser una mujer que no sabía que sería de ella al día siguiente. ¡Cómo no iba a tener una depresión!

Después de comer, quise ir a descansar a mi habitación. Pensé que Ana haría lo mismo. Pero no, me deparaba otra mala sorpresa.
Mientras yo estaba tumbada en aquella enorme cama de hotel, mirando al techo y pensando qué hacer con mi vida, Ana se fue a la comisaria a ver a Alberto.

Allí le dijeron que al día siguiente tendría la vista, para la multa y si la pagaba lo soltarían. Por lo visto había roto propiedad del hotel y el juez pediría que abonara el dinero equivalente a lo perdido. Ana sabía que no tenía el dinero.

Cuando me enteré de todo esto, mucho tiempo después, ella me dijo que solo quería saber como estaba y si podía ayudarlo, en alguna cosa.
Ella estaba muy apenada por la situación por la que estaba pasando. Es a mi a quien había estado engañando, no sé cuanto tiempo, con diferentes mujeres, entre ellas Ana. Después me había abandonado y robado mi dinero, pero era él el que le daba pena.... ¡Acabáramos!...

A mi dio pena ella cuando me lo explicó, pues pude ver lo colgada y ciega que estaba y lo colgada y ciega que yo había estado durante tanto tiempo. Nunca podré perdonarle todas las traiciones que me hicieron ninguno de los dos. Para mi, en el momento en que Ana le ayudó me traicionó, pero eso no es lo único que pasó.

Por supuesto pagó la multa para que él pudiese salir de la cárcel. Así que lo soltaron, pero con la condición de que no volviese a ese hotel nunca más. Si volvía a tener un problema como aquel, el juez no sería tan indulgente con él.
No sé todos los detalles, mejor no saberlos, pero supongo que él le puso una de sus mejores sonrisas y se la ganó. Así consiguió que ella le buscara otro hotel donde quedarse, pagárselo y dejarle algo de dinero para que se mantuviera a flote, mientras pensaba qué hacer.

Tenía a Ana como a una persona lista, sensata, que no dejaba que los sentimientos la moviera. Era una persona cabal y con la cabeza amueblada, que no se dejaba influenciar por nada, ni nadie. Pero estaba totalmente equivocada (yo que siempre he pensado que calaba a la gente a la primera, ellos me dieron una lección de vida importante. No te fíes nunca).
Personas como Ana en el momento que se enamoran son peores que nosotras. Por que nunca han sentido nada igual y eso les inunda todo su ser, toda su vida y es cuando cometen las peores locuras.
Supongo que es la falta de amor, después de tantos años.

Aguanté un par de días más en el hotel. Después de eso, llamé a Jordi, tenía que saber como iban las cosas. Fue él, y no Ana, el que me dijo que Alberto ya estaba en la calle. Fue él, y no Ana, el que me contó que si no aparecíamos uno de los dos a dar la cara, lo perderíamos todo irremediablemente.  Las buenas noticias no llegaban y yo no sabía si quería volver a España o desaparecer para siempre.

En ese preciso instante Jordi me preguntó por Ana.

- ¿Ana? Está bien. Creo... la verdad es que no la he visto en todo el día. Supongo que estará en el spa, o de compras.
- O con Alberto....
- ¿Perdona? - respondí incrédula a lo que oía.
- Nada. Perdóname. Me refería que a lo mejor estaba con otro hombre.
- No lo sé -. Jordi estaba celoso, abatido. Él estaba en España sin saber todo lo que pasaba por aquí. Aunque en aquel momento yo tampoco sabía casi nada.

Después nos despedimos y fui a la habitación de Ana. Por desgracia no estaba. Quise ir a la piscina. A relajarme un poco y fue cuando me encontré con la sorpresa.

El amigo de Ana me llamó desde la recepción. Me dijo que Ana había dejado un sobre para mí. La verdad es que me sorprendió. Le pregunté y me dijo que cuando él había llegado para su turno ya estaba el sobre en el casillero de mi habitación y que no sabía nada de ella.
Cogí el sobre. Dentro había dinero, mucho dinero. Con un billete de avión, de vuelta a España, con fecha abierta y una carta.

Querida Alicia:

Siento decirte esto por carta. Pero no me atrevo a mirarte a la cara, pues sé que no estoy haciendo lo correcto, pero quiero tirarme a la piscina, quiero hacer una gran locura y siento que sea de esta manera, pero estoy enamorada.

Ayudé a Alberto a salir de la cárcel y le proporcioné un alojamiento. Estos días pasados, no he ido, precisamente de compras. Mientras tú estabas tan abatida por lo ocurrido yo le he dado una oportunidad a Alberto. Sé que está muy arrepentido por lo que hizo y quiero estar con él. Sé que no lo vas a entender. Sé que no te gustará todo lo que te cuento, pero es lo que siento.

Me marcho con Alberto. Nos vamos a un lugar lejano durante un tiempo. Quiero disfrutar de él y sé que volviendo a España solo tendremos impedimentos. Además he pensado que Jordi será más feliz sin mi.

Te he dejado dinero para que puedas estar algunos días más, si tu quieres. No te preocupes por la cuenta del hotel. La parte proporcional, hasta hoy, está pagado. También te he dejado un billete, con fecha abierta. No quería dejarte en la estacada... Espero que algún día me perdones todo esto. 

Ana

No me lo podía creer. ¿En serio se había marchado con él?¿Me había dejado sola por ese hombre?

No recuerdo mucho más de todo aquello. Recuerdo que me subí a mi habitación, sin inmutarme. Pedir la cuenta en el hotel. Recuerdo que el amigo de Ana me preguntó por ella y le dije que se había marchado con mi marido a no sé donde. Me miró pasmado, pero no podía contarle mucho más. Como Ana me había dejado escrito en la carta, la cuenta estaba pagada. Así que pedí un taxi, para que me llevara al aeropuerto. Llegué y no sé como estaba en un avión de vuelta a España.

Me bajé del avión, cogí otro taxi hasta mi casa. Por suerte, todavía no se habían llevado nada. Pero nada de aquello me pertenecía. Ahora sería del banco y después de todo lo ocurrido, después de la aventura, después del abandono, la traición de Ana y todo lo demás me daba igual.

Me fui directa a la ducha. Estuve largo rato, o eso me pareció a mi. Después me senté en la cama y allí, sola y a oscuras, rompí a llorar amargamente por aquel pasado penoso, un presente peor y un futuro incierto y sola.

Al día siguiente, más calmada. Me levanté de la cama y fui a la cocina, de camino vi el contestador. Había 15 mensajes. Sabía que eran del banco, pero tenía que oírlos. Por supuesto, 13 de ellos eran del banco. Otro era de la inmobiliaria, pidiendo que me pasara por allí (eso fue antes de que pasara Jordi. Ya sabía lo que querían). El último era de mi madre.

Hola hija. No me gustan estos cacharros. La madre de Alberto me ha llamado. Dice que está en la cárcel. ¿Qué ha pasado?¿Estas bien? Estoy preocupada. Te queremos....

Ahora en las únicas personas que podía confiar era en ellos. Pero mi madre adoraba a Alberto y estaba segura que no le gustaría nada saber lo que había pasado. Bueno, la cuestión es que me creyese.

Después de meter algo en mi estómago. Llamé al banco y concerté una cita. Quería quitarme todo aquello de encima.
A media mañana me planté en la puerta. Sin ganas de peleas, hablé con el director, que fue muy contundente conmigo. Debíamos mucho dinero. Le expliqué la verdad y que no quería tener nada de aquello. Si no tenía trabajo, ni dinero, no podría mantenerlo.
El hombre, me dejó un par de semanas para que arreglara todo lo necesario para poder marcharme de la casa y así disponer de ella para tasarla, venderla, subastarla,... Lo mismo con las otras y algunas cosas más.
Por suerte, mi coche era lo único que no se podían llevar, pues estaba pagado, completamente. Algo es algo, pensé amargamente, mientras firmaba unos papeles para dar conformidad con lo que habíamos hablado.

Después de salir miré mi móvil y vi que Jordi me había llamado. No sabía como hablar con él. Aunque sabiendo como le trataba Ana supongo que estaría feliz.

Pero como he dicho antes, quería afrontarlo todo antes de poner tierra de por medio con la ciudad y las personas que habían estado en mi vida. Así que me fui directa al bufete, para poder hablar con él y contarle todo lo que sabía.
Jordi estaba en su despacho. Antes de que pudiese decirle nada, me miró y me dijo:
-Ya lo sé todo. No hace falta que me digas nada. Se han encargado de que me entere de alguna manera. Lo siento. Lo siento mucho.
- ¿Lo sientes? - este tío sí que es legal, pensé - ¿Qué vas a sentir tú?
- Supongo que el que mi mujer se fuese con tu marido.
- Si es eso. No te preocupes. Me duele la traición de Ana... pues soy tan ingenua que no la esperaba. Aunque que Ana me robe al marido, no es mi problema. Ya lo habían hecho antes -dije con una falsa sonrisa. - Y tú, ¿cómo estás?
- Bueno... - Jordi se sentó en su silla y miró al suelo -. Por un lado me siento aliviado. Aunque eso suene fatal. Pero por otro lado. Estoy mal, por que aunque no lo parezca yo la quiero.
- No entiendo vuestra relación.
- Yo tampoco. Así que ponte a la cola para que nos lo explique - Jordi intentaba sonreír, pero aunque pareciese mentira, estaba abatido por la marcha de Ana con su mejor amigo.

Después de estar con él, salí de allí con intención de ir a mi casa, pero encontré el dinero que Ana me había dejado. Así que me paré en un par de tiendas de marca, y a la salud de Ana me compré un vestido monísimo a juego con unos zapatos, super caros. Pues sabía que en mi nueva vida no me podría permitir y me pegué el gustazo de comer en el mejor restaurante de la ciudad, mientras veía a la gente pasar.

Cuando terminé, pagué y me fui a casa. Cuando llegué, me armé de valor y llamé a mi madre.
Y aunque parezca mentira, no solo me creyó, si no que no rechistó. Me parecía muy raro y después de estar una hora hablando por teléfono (menos mal que aún pude hacer esa llamada) me lo confesó todo. Días antes de que me llamara mi padre se encontró con el padre de Alberto, que estaba muy apenado por lo que había ocurrido entre él y yo. No había querido preocupar a mis padres, pero por lo visto se enteraron.
Cuando mi padre supo toda la historia se la contó a mi madre, y como me conocen muy bien, esperaron a que diese señales de vida. Al ver que no decía nada, mi madre llamó a la de mi ex y ésta le contó lo de la cárcel, aunque no sabían porqué.

Al saber que ellos lo sabían me quité un gran peso de encima y, cuando les conté que quería volver a casa por un tiempo, mi madre me dijo:
-Ya pensaba que no lo ibas a decir. Tengo tu cama preparada, desde hace semanas. ¿Quieres que vayamos a ayudarte?
-No mamá. Quiero hacerlo sola.

Me despedí de ella y le prometí que en dos días estaría con ellos.

Preparé lo que me quería llevar. Aquello de lo que no podía desprenderme. Solo cogí mi ropa, mis zapatos, mis bolsos, mis potingues, mis joyas y un regalo muy especial y personal.
Me despedí de la casa, de los recuerdos, del pasado.... Lloré una última vez por lo perdido. Me serené, cargué el coche y volví a casa de mis padres.

Llevo tres meses en casa de ellos. Los padres de Alberto vinieron a verme ayer tarde. Querían darme un sobre importante. Cuando vi lo que era casi me caigo para atrás. Eran los papeles del divorcio.
Sé que dicen que ojos que no ven, corazón que no siente. Que la gente es más feliz viviendo en la inopia. Pero necesitaba saberlo. Antes de que preguntara nada, Adela, la madre de mi ex me lo contó todo.

Ana y Alberto están agilizando las cosas, por que quieren casarse. Alberto habló con el banco después de que yo lo firmara todo. Como no podía hacer nada por el embargo y estaba, según ella, tan apenado, Ana compró una de las casas. La que teníamos en los pirineos.
Hace un par de semanas que volvieron de su viaje y se han instalado allí. Donde Alberto piensa abrir un negocio. Mientras me lo iba contando me ponía blanca como el papel.

Yo aquí. Sola. Abandonada. Sin un duro. Sin trabajo. Sin nada. Y ellos felices, preparándolo todo para poderse casar. Gracias a que Ana había estado más de 10 años trabajando y guardando todo su patrimonio.
No espero que les vaya bien. Es la verdad. Sí, la envidia habla. Pero después de lo que ha pasado, no me parece justo que al final él se quede con todo y yo con nada.

¿Cómo os quedáis? Yo casi me muero. No sé que lección tengo que aprender de todo esto. Solo sé que mañana tengo la primera entrevista en meses. Es para trabajar como telefonista. Mejor eso que nada. Mis padres me hicieron ver que mis aires de grandeza no me llevarían a ninguna parte.
¡Qué equivocada estaba con la vida, con el mundo!.
Siempre he tratado mejor a la gente con dinero, pues pensé que eso me ayudaría siempre. Ahora veis que eso no es así. Sé que trabajaré con gente mas humilde. Mi padre espera que se me pegue algo. Pero me va a costar. Desearme suerte con mi nueva vida.

3 comentarios:

  1. ¡¡Hola!!

    Sensacional. Una sorpresa total el
    desenlace. Y una sorpresa de las buenas. Me ha encantado. :-D

    Por un lado echaré de menos la historia y la necesidad de la protagonista de bajar a las nubes. Pero nos has acotumbrado tan bien con esta historia que ya sabes... ¡¡queremos más!!

    Ahora habrá que esperar a la nueva historia que escribas (sin ánimo de persionar jejejejeje).

    Felicidades Pati. Sé que no solo seguirás así si no que además irás a mejor.

    Muuuuuaaaa.

    P.D.: Y la gozada de sentarme una tarde y leer toda la historia del tirón como hice con la de Paula ^^

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  2. Ohhhh ¿pero pq acaba aquí? Yo quiero saber qué pasa después, el nuevo amor que entra en su vida, el casamiento/divorcio de Ana y Alberto...PQ lo terminas aquí?¿?¿?

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  3. jajajajaja. No pensé que quisierais que siguiera con la historia!!!

    Bueno, voy a hacer una cosa. Si os parece bien, me dejais descansar para escribir la segunda parte.

    Tengo que mirar que hago con estos protas... jejejejeje

    Saludos y pensamientos positivos :-DD

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