martes, 24 de enero de 2012

Suerte vuelve...(11)

- Señoras. Espero que disfruten de su velada. Alicia - me miró fijamente a los ojos - no pienso darte un céntimo, por que no puedes demostrar nada.
- Jordi me ayudará. Me lo ha contado todo. Y él podrá hacer que me lo devuelvas.
- Si no me muevo de aquí, no puedes hacerme nada y eso cualquier abogado lo sabe. Incluso el idiota de Jordi. 
- ¿Por qué llamas idiota a mi marido? - le dijo Ana desafiándolo.
- Solo repito lo que tu siempre decías cuando hablábamos de él. ¿Te acuerdas cuando nos fuimos aquél fin de semana a un hotelito en la playa? - le dijo mofándose de ella -. Nos lo pasamos bien. Que pena que nuestro "acuerdo" llegara a su fin.
- Vete a la....
- Sí - le interrumpió ella -. Será mejor que me vaya, que mi chica se impacienta y esta noche vamos a gastar algo de dinero que nos sobra.

Aquel mal nacido se levantó de la mesa, con la mejor de sus sonrisas. Ayudó a su zorrilla a levantarse de la mesa y se fueron. No sin antes mirarnos los dos. ¡Que rabia tenía en el cuerpo!, era peor que el diablo y ahora estaba en una difícil e incómoda situación. No tenía nada y no quería volver a ver a Ana. Quería marcharme de allí.

Me levanté sin mediar palabra. Pero en ese momento Ana me cogió del brazo...
- Espera... No te vayas así. Es mejor que hablemos.
- ¿Hablar? - mas bien quería matarla -. ¿Para qué?
- Perdonen señoras, aquí les traigo un tentempié. -El camarero había llegado con un pica pica y no quería desperdiciarlo. A saber cuando volvería a comer...
Aunque tenía el estómago cerrado, después de enterarme de esa terrible noticia, intenté comer aquellos canapés. Además pedimos nuestra cena. Ella pagaba, me tenía que aprovechar. Aunque seamos sinceras, no quería estar allí, no quería volver a verle la cara.
Los primeros cinco minutos reusé mirarla. Ella intentaba hablar, pero hacía lo posible para no escucharla. 

- Necesito que hablemos. Sé que no tengo excusa.
- ¡Mira! - le dije sin más -, en eso estamos de acuerdo. No tienes excusa. Pero sí somos amigas. ¿Cómo te has atrevido?
- Pues por que en ese momento no lo éramos.
- ¿Perdona?
- Tu y yo nos hemos hecho amigas, verdaderas amigas ahora. Antes eras la mujer de Alberto. Lo poco que te había tratado no me habías gustado. Me parecías prepotente y estúpida. Pero me dí cuenta de que estaba equivocada cuando pasó todo esto. Ahora que te conozco bien y no nos vemos en una cena "de amigos", es cuando he visto que estaba equivocada.
- ¿Me has querido ayudar por qué te sentías culpable? 
- Sí y no. - Ana quería ser sincera y aunque al principio me dolieron sus palabras, entendí que en ciertos aspectos tenía razón. - Sí, por que te había traicionado y ahí estabas tú, pidiéndome ayuda. No, por que no éramos amigas cuando ocurrió. 
- ¿Cuánto tiempo...?
- ¿ De verdad quieres saberlo? - creo que ella no quería echar más leña al fuego. Pero lo necesitaba.
- Sí. Si de verdad eres mi amiga y quieres arreglarlo, dímelo.
- Estuvimos juntos más de un año. Coincidimos en una fiesta del bufete a la que tú no quisiste asistir, por que según él, tú le habías dicho que sus compañeros eran unos muermos y que era mejor ir a un funeral. Esa noche, sin que estuvieses tú, hablamos de todo y noté que era un hombre interesante. Al irnos de la fiesta, intercambiamos tarjetas y en menos de 48 horas me llamó, por si me apetecía quedar con él. ¿Sabes el acuerdo que tengo con mi marido? Así que lo hice servir. Pero cuando quedé con él, antes de que pasara nada le pregunté si entre vosotros teníais algo parecido. Él me insinuó que sí. Después de varios encuentros me dijo que no era verdad, pero el mal estaba hecho y tú me parecías tan pedante, que pensé que no pasaba nada. Perdóname.
- Más de un año y no me enteré de nada.
- Tu ex se las sabe arreglar muy bien. Por lo visto yo no era su primera conquista. 
- ¿Por qué dejasteis de veros?
- Porque me enamoré de él. 
- ¿Perdona? - no podía creerme lo que me había dicho. Ella la mujer de hielo que no siente nada. 
- Sí. Me había enamorado. Sé que te he dicho muchas veces que no puedo sentir afecto de este tipo con otras personas. Pero con él sí. Me dí cuenta de que él era como yo. Y eso me hizo tener unos sentimientos hacia él. Así que le dije que quería abandonar a Jordi, pero él me dijo que no quería abandonarte. Y me dejó. Pensé que no sentía nada por mi y que quería estar contigo. 
- ¿Y ya está?
- No. Dos meses más tarde, fui a ver a Jordi al bufete. No me acuerdo por qué, de lo que sí me acuerdo es que coincidí con una mujer en el baño. Hablaba por teléfono, en francés, supongo que pensó que no la entendía, pero le oí como decía que se había liado con su abogado. Que era una fiera en los juzgados y en la cama y que saldría rápidamente del país. Salí de allí y justo en la puerta lo vi. Estaba esperando a la mujer esa y cuando ella salió, hice que cogía un caramelo de la recepción, me giré y pude ver como ella le tocaba el culo descaradamente. No lo pude remediar y le pregunté a Jordi, sin que se diera cuenta, sobre aquella mujer y me dijo que estaba con ese caso desde hacía cuatro meses. Le tenía muy absorvido, me decía. Me dí cuenta de que todas éramos juguetes. 
- Ya.... . me quedé un rato pensando. Mientras comíamos lo que habíamos pedido, Ana volvió a pedirme perdón. No sabía si podría llegar a olvidarlo, pero la perdoné. La perdoné con la condición de que me pidiera otra habitación. No quería estar en su misma habitación. El daño era muy reciente. Ella aceptó. Después de la cena, nos acercamos a recepción, pero solo quedaban habitaciones superiores en el hotel. Ana no lo dudó y cogió una para mi. 

Me trasladé en cuanto pude. Me despedí de ella hasta la hora de comer. Quería pasar una mañana tranquila.
- Entiendo que no quieras verme. Espero que vuelvas a confiar en mi.
- Eso es poco probable - le dije - pero supongo que con la patada que él te dio tienes suficiente. Será mejor que descanse. Quiero pensar, pero si te llama Jordi con alguna novedad, házmela saber. Si te enteras de cualquier cosa o ves a Alberto, avísame. Si no, nos vemos a la hora de comer en el restaurante. - Después de eso cerré la puerta de mi nueva habitación. Me desvestí, me desmaquillé, puse la tele, cogí una botellita del minibar, creo que era whisky, ¡que típico!, y sin saborearlo me lo bebí. Pero como no estaba saciada del todo cogí otra botellita y así hasta coger cinco diferentes. Creo que me emborraché y caí en un coma profundo. No soy de beber mucho, estropea el cutis y no quiero parecer una vieja arrugada. Pero una noche como esa lo merecía. 
En mitad de la noche me desperté. Había dejado la televisión encendida y el ruido o la luz de la imagen hizo que me despertada. Estaban dando un programa sobre personas que habían sido estafadas por la persona amada. Por lo visto yo no era la única. Un hombre, que era militar, había sido estafado por una chica que lo embobó y le mintió durante un año. Durante ese tiempo, se fue gastando todos lo ahorros, pues él había sido tan tonto como yo. Cuenta conjunta. Un día llegó a casa y se la encontró medio vacía y con una nota. "Me voy, no me busques. Adiós". ¡Anda!, como el idiota de Alberto, pensé. Que me dejó una mísera nota.

Me había desvelado, así que seguí viendo aquel programa. Después de aquel hombre, salieron dos más, estafados por la misma mujer, ellos también eran militares y aquella arpía les había dejado sin nada, o peor con deudas, sin trabajo y sin casa, como salió el último. Justo en ese momento sacaron la foto de la mujer que les había estafado, se llama Sylvie Florit, de origen francés. Había estafado a cuatro hombres más en España y en Italia, pero la habían detenido. Creo que he visto esa cara.... , pensé. ¡Dios!, que bote pegué en la cama cuando me acordé. Era la acompañante del gilipollas de mi ex. ¡LA ACOMPAÑANTE!
Rápidamente llamé a Ana a su habitación. Por supuesto estaba dormida, pero me daba igual. Le pedí que pusiera la tele, en el canal 12, que estaban dando un programa de estafadores y salía aquella tiparraca. 
Aunque seguía estando dolida con ella, quería contarle aquello. Por supuesto, se puso como una moto, una estafadora profesional. Por eso a Alberto no le costó nada desplumarme después de la indemnización.

Seguí viendo el programa, pues hablaron del juicio. Salieron imágenes de su abogado, mi ex, y como dijo Ana, era una fiera en el juzgado y se los comió a todos. Pues por lo visto, no pudieron demostrar que aquella mujer no se llevara nada que no le perteneciese. Ella era muy lista. Por lo visto, cuando se casaron ella les hizo firmar un acuerdo prematrimonial, que se llevan tanto hoy día, pero por lo visto era una trampa mortal, pues venía a decir algo como que ella era la administradora del dinero y que ellos le daban el beneplácito a todo lo que hiciera. Ni que decir tiene que no se llevaron nada y ella no fue a la cárcel. Sí le pusieron una pequeña multa por no sé qué cosa, pero nada que ella no pudiese pagar.
El programa acabó diciendo que ahora la mujer estaba en paradero desconocido, pues se había ido del país. Sí, con mi marido y mi dinero, pensé.

Intenté dormir un poco más. Pero no podía. No dejaba de dar vueltas a toda aquella pesadilla. Creo que eran las seis de la mañana cuando pude pegar los ojos. Estaba saliendo el sol, pero el sueño venció y me dejé atrapar por mi gran amigo Morfeo. Creo que soñé algo con ellos, por que no paraba de moverme en aquella enorme cama, angustiada en todo momento.

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Los días fueron pasando. El hotel era enorme, pero cualquier ocasión era buena para intentar encontrarnos con él. Jordi nos había llamado para darnos malas noticias. Si no regresaba a España con él, no podrían hacer nada. Igualmente, aunque así fuera, no me garantizaba que aquello fuese a más. 

Ana se hizo "amiga" de un botones cañón. Ella le explicó parte de mi historia y él, muy amablemente quiso ayudarnos. Por supuesto, Ana lo recompensaba por las noches, después de su turno. Yo, como comprenderéis no quería saber nada de hombres. 
El chico en cuestión, nos fue diciendo el itinerario que normalmente tenían y para mi sorpresa. La tiparraca y mi ex no estaban juntos a todas horas. Pues, por lo visto, mientras ella iba a gastar mi dinero, él estaba en el gimnasio. Pedí a Ana que siguiera un día a Sylvie, mientras yo intentaba hablar con Alberto. 

Me costó Dios y horrores volverme a acercar a él. Pero pensé que yo había sido una fiera, una mujer de armas tomar y que no me podía achantar por aquello. Así que me acerqué. Él me puso una sonrisa de autosuficiencia. Me acerqué a su oído y le dije que los había visto en la tele a él y a su querida y que necesitaba hablar con él, o si no el hotel entero se enteraría de quienes eran. Eso, creo yo, le asustó, pues se bajó rápidamente de la cinta andadora, me cogió fuerte de un brazo y me sacó de allí. 

En el momento que nos quedamos solos, Alberto me recordó que no me iba a devolver ni un céntimo y que ya podía llorarle a quien quisiera, pues no podría hacer nada. Desgraciadamente en eso tenía razón y, como no sabía como ganarle, intenté que se destruyera solo.

- Sinceramente, pensé que me habrías dejado por alguien mejor. No por esa barbie francesa, que es casi todo silicona. No me llega ni a la suela del zapato.
- No te pases Alicia. 
- Perdona. Aunque con lo que ví en la tele, yo no sé como puedes estar tan tranquilo sin estar vigilándola. 
- Me da igual lo que me digas.
- Me alegro de que sea así. Dos personas con tan poca moral y escrúpulos juntas. No sé como no desconfiáis el uno en el otro. Yo lo haría. 

Creo que eso hizo que algo en Alberto cambiara, por que de pronto se marchó y ya no lo vi en todo el día. Cuando pasé por recepción, el "amigo" de Ana, me llamó. Ana había dejado un mensaje en recepción: Voy al hotel. Te espero en el restaurante. Aquí hay tomate.

Rápidamente me dirigí al restaurante, pero ella no había llegado. Era la hora de comer, así que me senté a esperarla. Diez minutos más tarde llegó con una bomba a punto de explotar.

- Me he camuflado tan bien que no sabía que era yo. Primero ha ido a una cafetería en la ciudad. Allí ha visto a un hombre con el que ha estado hablando, aunque no puedo decirte de qué. Lo que sí puedo decirte es que han ido al banco y después ella se ha ido de compras. A media mañana, una limusina la ha recogido en el centro. Menos mal que la ciudad no es muy grande y no ha sido difícil encontrarla. 
La ha llevado a un rascacielos. Por lo visto es un hotel de lujo de la ciudad. He entrado y como no sabía qué hacer, me he ido al bar y he tenido la suerte de que estaba allí, con otro hombre. Me he acercado todo lo que he podido y le he oído decir, por supuesto en francés, algo así, como que no faltaba mucho para su escapada romántica y que no se presentara en el hotel. Que ella iría a él. Después le ha sonado el teléfono. Era Alberto. Ella se ha puesto nerviosa y se ha despedido de su acompañante. No sin antes, magrearse un rato. Ha cogido un taxi hasta aquí. 
- Pues visto lo visto será mejor que esperemos acontecimientos. - le dije justo en el momento que llegó el camarero para tomar nota de nuestra comida. Creo que aquel día, empecé a saborear la comida. Sabía que tarde o temprano se llevaría su merecido.

4 comentarios:

  1. Bueno, bueno...

    Mmmmmmm el dulce sabor de la ven-
    ganza ;-) ¡¡Me encanta!! Y ade-
    más vas escribiendo, vas escribien-
    do y siempre cortas en lo mejor.
    (Esta parte no me gusta tanto, ya
    me entiendes).

    Muy real todo Pati. Me ha gustado mucho lo de "el malnacido" y que
    ella siempre ha sido una mujer de
    armas tomar. Con un par si señor y de frente.

    Se acerca un gran momento y el nivel va en aumento.

    Enhorabuena campeona.

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  2. Pinta muy bien lo que escribes, llevo un ratito leyendo dando vueltas..
    y me gusta, te sigo.
    Besos

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  3. Ana es un pendoncete...ahora con el camarero...No se yo si Albertoes tan ingenuo para dejarse engañar por la fraesa...

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